Nightcrawler
2014 113 min. Estados Unidos Director: Dan Gilroy. Música: James Newton Howard Reparto: Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack, Eric Lange. Salas: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Esta semana
Testigo de día. Periodista de noche. Hay algo morboso y perverso en este filme que se mueve sinuoso entre la parábola y la metáfora. Puede verse como la historia de un oportunista accidental pero también como una lectura simbólica de un tiempo líquido que adocena imágenes, frivoliza y comercia con el dolor y convierte casi todo en espectáculo de quita y pon con fecha de caducidad. De la fugacidad y de la necesidad de dar carnaza Dan Gilroy saca petróleo en su debut como director. Su experiencia de guionista se vuelca en esta ‘Nightcrawler’, retorcida y extraña unas veces, manipuladora y repulsiva otras. Una especie de Cronenberg, el de ‘Crash’ por ejemplo, en atmósferas y en situaciones, cruzado por David Lynch y con personaje nocturno, solitario depredador como el Travis de ‘Taxi driver’.
La Filmoteca cántabra dedica gran parte de los espacios de proyección de esta semana a este documento encarnado con magistral seducción por Jake Gyllenhaal, cuya aportación permite superar los problemas de credibilidad. A modo de pesadilla, de vuelta de tuerca urbana sobre el mal y sus ramificaciones, ‘Nightcrawler’ es ‘El gran carnaval’ de nuestros días, un Billy Wilder oscuro, satírico que sustituye la ironía del maestro y su elegancia por un bisturí con el que Gilroy imprime un catálogo de perversidad nocturna.
Entre la espesura de monótonas e insulsas producciones esta película crece por su ansiedad paródica, su disección social y su desembarco sin tregua en los medios de comunicación y su papel de espejo de detritus, de la falta de reflexión subordinada al vale todo de un espectador que consume sin pararse a pensar. ‘Nightcrawler’ tiene mucho de implacable radiografía y aunque en ocasiones cae en cierta reiteración obsesiva, que no siempre funciona como mecanismo narrativo, consigue un ambiente fascinante. Esa imagen reproducida hasta la saciedad en miles de pantallas, la proliferación del soporte audiovisual crea un ecosistema entre lo pornográfico y lo cruel. Hay cine negro, sátira, clima despiadado, caricatura, una itinerante soledad sin sentimiento que pulula entre la carroña como un buitre inteligente a la espera del último horror y la sangre en la que meter el pico. Una cinta inquietante, que casi denuncia sin querer, en un viaje al fin de la noche de periodismo ciudadano que puede llegar asustar por su impasible falta de ética. Entre lo diabólico y lo grotesco, todo repta en esta historia de extraña amoralidad. Peligrosamente amarga, esta ronda sin más sereno que un vigilante de fábula nos pone ante el espejo para ver el deformado rostro de tanta miseria.
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