Desterrado
China. 2014. 94 m. Aventuras. Director: Nick Powell. Intérpretes: Hayden Christensen, Nicolas Cage, Liu Yifei, Andy On, Fernando Chien, Jawed El Berni. Salas: Peñacastillo.
Entre la grandilocuencia hueca y un barroquismo retórico y monótono esta leyenda con vocación de aventura total es un pastiche anodino. Montaje confuso y efectista, acumulación de clichés y la emoción olvidada entre los trastos milenarios. De la cruzada a los imperios orientales, queda claro que las superproducciones chinas van a proliferar en las carteleras al margen de su calidad.
En este caso, con dos supuestas estrellas al frente, ‘Desterrado’ presenta un combinado de excesos y leyenda todo a cien con caballeros, traiciones, aprendices, príncipes marginados (sin emperador que cobije tal afrenta), viajes y códigos y un cierto cosmopolitismo cultural de tarjeta postal y guía de turista accidental.
El opio que recorre las mentes y visiones de algunos personajes parece haber impuesto su ley sobre la escritura de un filme cuyo cuento avergüenza a algunas series B. Plano en su realización, sin capacidad de sorpresa, su director Nick Powell filma escenas de acción sobrecargadas, confusas en una mezcla sonrojante de artes marciales y hipervitamínica y sofisticada versión de la capa y espada que ahuyenta al más conformista. Hayden Christensen y Nicolas Cage se arrastran por el filme como estrellas apagadas y errantes en un ejercicio de vulgaridad y decadencia. Entre ciertas reflexiones pretenciosas de tono pacifista metidas con calzador, la muerte marca el ritmo de este cuento vulgar de mercenarios, luchas por el poder y samuráis que se deshace como un azucarillo en cuanto uno intenta exigir un mínimo de personalidad visual. Cage, que hace mucho deambula entre interpretaciones patéticas y la asunción de un particular exilio comercial en su estatus de estrella, entra aquí en su particular zona cero. Un peluquín ridículo, un doblaje que agranda la debilidad de su presencia, el sobrino de Coppola se arrastra por las pantallas. Decir que su participación (ni siquiera como protagonista) en este debut como director del especialista Nick Powell es su peor trabajo, puede ser un dato muy significativo teniendo en cuenta sus profusos y descendentes pasos por producciones de nula consistencia. Al espectador se le abandona en este desastre épico, rodado con desgana, donde los personajes vagan entre la sombras de un guión que es puro camelo.
Cage, en su afán alimenticio, mientras sigue buscando financiación a costa de caer en el más absoluto de los ridículos, echa mano de la peluca y lanza un discurso de resonancias graves en un último intento por disfrazar un irrisorio catálogo de iconos previsibles. Un tosco, rutinario y desalentador documento que certifica no ya la falta de rigurosidad sino el patético tono insultante de este aburrido periplo de un cine que es puro humo.