El fundador
EE UU. 2016. 115 m. (TP). Drama.
Director: John Lee Hancock.
Intérpretes: Michael Keaton, Laura Dern, Nick Offerman, Linda Cardellini, Patrick Wilson y B.J. Novak.
Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Biopic de hamburguesa con mala leche, pero también Mcpollo de sabor ambiguo que parece contentar a todos. El creador de McDonald’s, un vendedor de Illinois, conoció a unos hermanos propietarios de una hamburguesería al sur de California. El sistema del negocio, tras hábil y descarnada apropiación, propició la creación de lo que se conoce como una de las marcas neopop del industrialismo alimenticio y el bocado capitalista. ‘El fundador’, así con aroma mesiánico, la quinta película de John Lee Hancock, tiene algo de fábula de narración rápida y excentricidad picante, pero se queda a medias entre lo tradicional y la nueva cocina. El perdedor, el sueño americano, el hombre hecho a sí mismo se funden en el personaje que interpreta de forma entregada Michael Keaton y cuya aparición en pantalla coincide con la inquietante y ya casi despreciable era Trump. La transparencia del proceso de negocio y el dedo acusador que también parece quedar desnudo se aúnan en esta parábola que carece, no obstante, de la acidez y la visión mordaz que pedía tanto ingrediente empresarial mafioso. El actor sí zarandea la historia pero al filme le falta sustancia y, por supuesto, potencia visual para superar los estereotipos. Es lo que diferencia este perfil biográfico esencialmente estadounidense de una película no tan menor como ‘Tucker, un hombre y su sueño’, de Coppola. El hombre que «robó una idea y el mundo se la comió», como sentencia un lema de la promoción, es el reflejo de una ambición fundamentada en la falta de escrúpulos. De tanto insistir aflora el logro. Pero el juego entre el supuesto ganador, caradura y oportunista, y los supuestos perdedores, los creadores de un concepto revolucionario del consumo, en este caso de hamburguesas, no es aprovechado en los diferentes menús que propone el cineasta de ‘El Alamo: la leyenda’. El filme parece quedarse en la superficie de la carne y uno no encuentra la hondura de la carnaza. Lo que hubiese sido una sátira despiadada se queda en una vuelta y vuelta al brillante cadáver capitalista. Salvaje competitividad, propaganda, basura, el filme asciende por la enredadera de una sociedad donde la vulgaridad triunfa con una facilidad pasmosa y queda bendecida por el entramado corporativo donde asoma de forma contradictoria la esencia de la nación. Un mordisco que prometía se queda en la probatura de un retrato demasiado dócil. «Si viera a mi enemigo ahogándose le metería una manguera en la boca y abriría el grifo», es una de las frases que pronuncia el protagonista. El empresario que ahora lidera Estados Unidos podría firmar el guion.