Feliz día de la madre
Estados Unidos. 2016. 118 m. (12). Drama.
Director: Garry Marshall.
Intérpretes: Julia Roberts, Jennifer Aniston, Kate Hudson, Jason Sudeikis, Britt Robertson, Hilary Duff.
Sala: Cinesa
El cineasta Garry Marshall padece el síndrome ‘Pretty woman’, su éxito revienta audiencias convertido en fenómeno recurrente para sobremesas de mesa camilla y simpático telefilme romántico. Es un cineasta de comedias amables que ha arrastrado a lo largo de su carrera a toda una nómina de actrices, desde Jane Fonda a Juliette Lewis, de Michelle Pfeiffer a Anne Hathaway, aunque es Julia Roberts su fetiche particular. Tras princesas por sorpresa y novias a la fuga ahora se ha decantado por un modelo de historias y vidas cruzadas tan previsible como deja vu que ha discurrido por San Valentín, la nochevieja y ahora le ha llegado el turno al día de la madre. De tal modo que entre el santoral y las celebraciones familiares tiene cuerda para rato. Amparado por un reparto de excelencia su nueva incursión coral es un mosaico de tramas cruzadas sin salsa ni chicha que discurre por todos los tópicos y estereotipos imaginables y acaba por uniformizar cualquier intento de sacar la cabeza entre tanta mediocridad. Es una ficción amortajada, de papel rosa, sin renglones torcidos, con muchas estrella que no atiende a la inexistente partitura y un cúmulo de melodías desafinada a la espera de un director. Madre no hay más que una. Pero a Marshall le han salido varias maternidades y ninguna con interés afectivo. Coral es todo muy coral. Voces dispersas, estructuras de historias que confluyen y tránsito del drama a la comedia con muy poca fe. Hay momentos salvados por algunas actrices y un poso televisivo dominante que entierra cualquier pretensión de vuelo alto. No hay conflictos dramáticos, solo un espíritu de buenismo sentimental que pasa por encima como una brisa y no deja ver ni las arrugas ni las entrañas de las historias. Predecible y exenta de profundidad, apesta su tufillo publicitario y sus redundancias sin producto de un cine fórmula perezoso y aburrido. Si no hay exigencia el filme puede parecer un refugio acaramelado de pequeñas anécdotas y fragmentos de vida agitados por una mano azarosa. Pero casi ninguna funciona y la afectación, manipulación y ridiculez campan sin límite a lo largo de un metraje que se antoja interminable. Mucho diálogo sin ton ni son, una mezcla extraña de humor debido a tanta mano en la escritura de un guión difuso, y solo meros intentos de lograr un gag que pueda salvar la enredadera de parejas en busca de un asidero emocional. Todo es anodino, funcional, y transcurre a pie de manual y con el freno puesto para que nadie se ofenda y evitando mojarse en los charcos políticos y sociales más sensibles. Un pasatiempo familiar, blando y acomodaticio que resulta molesto por su falta de sustancia y su cándida vulgaridad domesticada.