Tres colores: rojo
1994 99 min. Francia Director: Krzysztof Kieslowski. Reparto: Irène Jacob, Jean-Louis Trintignant, Jean Pierre Lorit, Frédérique Feder, Samuel Le Bihan, Marion Stalens, Cécile Tanner, Juliette Binoche, Julie Delpy. Género. Drama. | Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Hoy y mañana.
Testamento, fundido en rojo, despedida en la madurez de quien solo pretendía querer contar el mundo y lo sabía hacer. ‘Rojo’ es la rúbrica de una de las mayores trilogías de la historia del cien, la de los colores de Kieslowski. El tríptico es en realidad una unidad existencial, una mirada común en la que la sociedad, el presente, la incomunicación, la soledad, la Europa de fin de siglo asoman en una historia en femenino singular.
El azar, como toda la trilogía, la vida de los otros, la condición humana conforman este retablo donde la pasión, la curiosidad, la indagación, síntesis entre prosa y poesía, encuentran su lugar en el mundo. El amor a primera vista, fugaz, que siempre sale derrotado, la infidelidad, el azar de nuevo. Una obra triste y sensible que puede ser el ejemplo perfecto de cómo el cine para Kieslowski es una poética que agita la vida, la mirada por dentro y por fuera y la exhibe despojada de lo superfluo. Aquí la anécdota parte de un atropello a una perra para después edificar todo un pequeño universo sobre la soledad, la justicia y «el hecho de decidir lo que es verdad y lo que no lo es».
Lo sensorial, un esteticismo inusual y de nuevo la partitura de Zbigniew Preisner en perfecta simbiosis. Hipnótica, profunda, interrogante, libre, la obra se adentra metafóricamente en el caos de una Europa que se muestra desorientada. La banalidad y la trascendencia, en una partitura donde se mezclan la capacidad poética y la coherencia narrativa. En su juego formal y visual el cineasta de ‘La doble vida de Verónica’ incluye personajes y situaciones que ya estaba en ‘Azul’ y ‘Blanco’. Un drama intenso, con esa mezcla única en el lenguaje del cineasta en el que dialogan pesimismo y esperanza. Casualidades y enigmáticas conexiones –la verdadera red social– alimentan la trama, una enredadera dura pero también hermosa.
Una obra mayor de un artista que, desde la serenidad, profundiza en los agujeros negros y extrae el rojo de la vida. La protagonista se cruza sin mirarse en varias ocasiones con su joven vecino que sufre; la anciana que tiene problemas para introducir una botella de vidrio en el contenedor de basura, en las tres películas, y en cada una de ellas el protagonista reacciona de distinto modo; más la coincidencia de los personajes de la trilogía en el filme final conforman un ejercicio no de virtuoso sino de artesano de un mapa creativo y emocional. «Bella es la certeza, pero más bella es la incertidumbre», dice el poema de Szymborska en que la película se inspira. Al fondo de la noche, y también de la esperanza, los náufragos, los personajes y también nosotros, navegamos hacia la fraternidad de una metáfora cruel, cómica y trágica. No en vano cada película se despide con una lágrima.