Mirada e inocencia
1962 129 min. Estados Unidos Director:Robert Mulligan.Reparto: Gregory Peck, Mary Badham, Brock Peters, Phillip Alford, Rosemary Murphy, Robert Duvall. Drama. Sala: Náutica. Filmoteca Universitaria. A las 20 horas. Jueves.
La reciente ‘resurrección’ editorial de Harper Lee, al margen de la operación inevitable de márketing, ha sido una buena oportunidad para volver sobre ‘Matar a un ruiseñor’. El descubrimiento de su adaptación a la pantalla, el excelente filme del siempre sobrio Robert Mulligan, es un ejercicio higiénico y recomendable para la mirada de las nuevas generaciones. La inocencia, los valores imperecederos, la ética, el dolor, la hipocresía configuran el universo de este melodrama pausado que, sin embargo, se adentra en las entrañas por su discurso diáfano y su retrato de la integridad. En principio el filme no acaparó los elogios que realmente merecía.
Esta historia de segregación racial está alumbrada por un material muy cuidado en lo narrativo, arropado por lo sensible, honesto y cautivador. La Alabama de la Gran Depresión, el clasismo, la culpabilidad, el miedo colectivo, la redención se aúnan tras este perfil de un acto de conciencia en torno a la figura de un abogado y un joven negro acusado de violar a una mujer blanca. Racismo, denuncia y radiografía social atraviesan la piel del filme pero Mulligan, el cineasta de ‘Verano del 42’, revela con delicadeza los pasajes de su verdadera perspectiva: volver sobre la infancia perdida y lo iniciático, en una educación en la mirada a través de la realidad y la fantasía, el sueño y lo real, un enorme viaje interior entre el conflicto y el deseo.
El cineasta de ‘El Otro’ exprime los talentos, conjuga prosa y poética, y logra que el personaje de Atticus Finch se convierta en uno de esos factores humanos icónicos que habitan la historia del cine. El espíritu del Sur cruza y empapa los fotogramas de este trayecto por las inasibles fronteras del bien y del mal con un excelente trabajo de Gregory Peck. «Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence». Es uno de esos discursos del padre viudo a sus hijos que marca el retrato de este reto sobre la diferencia y la convivencia. Con potencia narrativa el filme se mueve en un terreno pantanoso donde solidaridad, justicia y prejuicios conforman una sopa de imágenes que se traducen en un verdadero catálogo pedagógico. La colisión y el desencuentro entre los ojos infantiles y el mundo adulto afloran desde las raíces de una realidad social claustrofóbica. Un poema
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