Conexión Marsella. La French (The Connection)
2014 135 min.
País: Francia
Director: Cédric Jimenez.
Reparto:Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Céline Sallette, Benoît Magimel, Guillaume Gouix, Féodor Atkine. Thriller.
Sala: Los Ángeles. Desde hoy y hasta el domingo
Entre el homenaje y la transgresión, entre la épica del crimen americano y el polar francés, entre el guiño al cine de Friedkin y Frankenheimer y cierto toque rupturista, ‘Conexión Marsella’ es trasunto de ‘French connection’ y también una apuesta estética y ambiciosa. En principio estamos ante un thriller de mafia y narcotráfico, es decir un potaje de abuela riguroso al que se le dota de cierta visceralidad y donde estilo y forma, vigor y clímax compiten en eficacia y en personalidad. ‘La french’, que se inspira en hechos reales, posee todos los factores del género en estado puro: jueces con un sentido puro de la moralidad, capos endiosados, héroes a su pesar, sicarios, ajustes de cuentas, amenazas, venganzas, redención y corrupción. Cédric Jiménez, casi debutante, se regodea de cierta envoltura estética, que igual que no pierde de vista los referentes clásicos busca alejarse con condimento personal. Jean Dujardin, el rostro de la oscarizada ‘The artist’, y Gilles Lellouche, siempre en su sitio, encarnan y escenifican el duelo, la dualidad, el enfrentamiento y la colisión necesarias para que la tensión y la atmósfera no decaigan. En ocasiones el encuentro entre el toque Scorsese y la querencia polar de los Verneuil, Melville y compañía no casan o chirrían, pero en otras aporta una energía especial. De esa fricción surge precisamente cierta afectación, algo artificial, que mediatiza la fuerza narrativa de esta regresión a los setenta con juez antidroga y geografía marsellesa setentera dentro. Al filme, sin perder nunca cierta solidez y un sentido del ritmo y del entretenimiento muy cuajados, le pierde la acumulación de tramas y subtramas poco definidas y esa tendencia por la hipérbole de metraje tan adherida a la piel del cine de hoy. En el cruce de relatos menores se diluye el poder de la historia y, sin embargo, permanece el fervor y entusiasmo de género de un filme envuelto en una vorágine de violencia, pero que elude el fácil exhibicionismo. Cédric Jimenez acentúa el sello mediterráneo y crea un desfile vintage de Citröen Tiburón, pistolas, persecuciones obsesivas, todo con un sentido lúdico y seductor purista sin objeciones. Dialéctica y catarsis envuelven este recorrido, más bien correcaminos, con intención de vuelta de tuerca al cine de gángsters. Como el Johnny Depp mutado en capo de la mafia irlandesa en los años 70 en ‘Black Mass’, aquí se subraya cierto aire retro con esa Marsella inmersa en el tráfico de heroína como protagonista y eje. Vence la fuerza de los escenarios, frente a cualquier acento visual a lo Brian De Palma, y el enfrentamiento entre el juez y un narcotraficante es un ‘Heat’ que se tiende como un manto por la Costa azul