La normalidad siniestra
2015 110 min. Argentina Director: Pablo Trapero. Reparto: Guillermo Francella, Peter Lanzani, Inés Popovich, Gastón Cocchiarale, Giselle Motta, Franco Masini. Género: Thriller. Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Desde el viernes y hasta el domingo.
Sinuosa, sinestra y morbosa, uno puede ver este retrato de infiernos cotidianos como un documento basado en ‘hechos reales’ o como una eficaz y simbólica incursión en la entraña del mal. El localismo es Argentina y un episodio que atrajo la atención al arrastrar las cenizas y el detritus de la dictadura. En lo universal ‘El clan’ es un agudo navajazo en el ritmo, el discurso y la voz de la normalidad. La suciedad se transparenta a través de gestos, miradas, silencios, ritos.
El núcleo familiar vertebra esta historia de golpes bajos en el que la complicidad ciega y muda, los agujeros negros del sistema, las falacias oficializadas y la hipocresía crecen como un magma lacerante, casi invisible, pero certeramente dañino que se clava en el cuerpo de la sociedad. Pablo Trapero coge la presa y no la suelta. La restriega suavemente, casi sin querer, para crear inquietud, generar muchas preguntas incómodas y buscar la reflexión, todo ello con aparente ligereza, con resortes de thriller y contundencia interpretativa. Deslizando las mentiras bajo la verdad de una impostura colectiva. La gran dirección de actores del cineasta de ‘Mundo grúa’, en un reparto encabezado por un magnífico Guillermo Francella, sustenta el andamiaje de este cuento con monstruo dentro, en el que todo es turbio y perturbador, a punto de la náusea.
El director de ‘Carancho’ no se regodea, evita el maniqueísmo y no hurga en las heridas. Por ello quizás al filme le falta algo de intensidad. Y, sin embargo, con fluidez, su ejercicio sobre la banalidad del mal, el pulso entre lo familiar y lo criminal y lo mafioso instalado e inoculado en el germen fundacional de la democracia, se revela en toda su radiografía moral. El Trapero de ‘Elefante blanco’ y ‘Leonera’ nunca da tregua. Las elipsis, los plano secuencias engrandecen la apuesta de este retrato de Arquímedes Puccio entre el horror hipnótico y el precipicio moral.
Poso heredero de los más bajos instintos de la dictadura militar, el patriarca de la familia conduce al espectador al frío y la crueldad, al terror que se cuela bajo el felpudo, duerme en los sótanos y los armarios y deja que el mundo siga. Lo decía Hannah Arendt: «El mal no es nunca radical, sólo es extremo…Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie».
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