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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Un rostro para alumbrar

Las campanas de Santa María

1945 126m. EEUU  Director: Leo McCarey. Reparto: Bing Crosby, Ingrid Bergman, Henry Travers, William Gargan. Comedia. Musical Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Hasta el domingo.

Repica lo entrañable y lo relamido. Quizás también lo cursi. Pero triunfa la mirada, el rostro, el deslumbramiento, el gozo visual de una actriz que te hace levitar. Al margen del catolicismo militante y de la endeble anécdota argumental de la que parte el filme –un cura (Crosby) y una monja (Bergman) en busca de dinero para construir una escuela– lo cierto es que ‘Las campanas de Santa María’ es una excelente comedia melancólica.

En la semana en que se cumple el centenario del nacimiento del mito e icono Ingrid Bergman la Filmoteca recuerda este título, primera secuela nominada al Oscar. El talento de Leo McCarey hizo del pequeño territorio acotado en lo parroquial un encadenado de situaciones y pasajes dotados de una solidez y coherencia narrativas impresionante. Lo convencional no estorba ni daña porque la inteligencia sutil del cineasta dota al filme de una pátina entre ingenua, amable pero eficaz, con un sentimentalismo cosmético nunca vulgar.

En los años cuarenta repicaron estas campanas y también con apenas un año de diferencia la de Hemingway en ‘Por quién doblan las campanas’, aunque se colaría entre ambos sonidos ‘Los mejores años de nuestra vida’ para romper el eco de la llamada. La historia del padre O’Malleye, el más famoso sacerdote antes de que llegara Karras con su exorcismo, tiene algo de neorrealismo pero sin la desgarradura italiana y sí más cercana a la ilusión de un Capra. Tras ‘Siguiendo mi camino’ McCarey y el padre O’Malley vuelven a postular con éxito las ideas católicas. Curiosamente el libreto de Santa María era anterior a la oscarizada película que abrió la peripecia del cura. Pero al margen de la reivindicación de los valores tradicionales y principios católicos, McCarey deja huellas de su querencia por la emoción, pone a prueba el tiempo de caducidad de la sensibilidad y ofrece apoyada en su actriz todo un manual del uso de las miradas y silencios.

El cineasta de ‘Sopa de ganso’ sin llegar a los matices y a la lucidez de su melodrama, ‘Dejad paso al mañana’, logra momentos insuperables por su calidez, perfección formal y vuelta de tuerca a  lo convencional. En su curioso toque para alternar géneros, el filme pasa por números musicales como el del villancico que da título a la película;  o las secuencias cómicas, esas lecciones de boxeo de Ingrid Bergman, y la simpatía emotiva que envuelve a la ficción pese a ese aire de parábola moral. Hay vitalismo y respeto, apuntes de humor y esa emotividad que elude lo lacrimógeno y sensiblero. A los milagros y el trasfondo propagandístico antepone su lección de estilo. Esa mirada y el propio valor documental de lo humano. El trasvase entre alta comedia y melodrama siempre ha sido único en manos del cineasta. La verdadera vocación del filme no es la religiosa sino esencialmente la de la vida.
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Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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