Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
2014 Suecia Director: Roy Andersson. Reparto: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg, Lotti Törnros, Jonas Gerholm. Comedia dramática. Sala: Bonifaz. Filmoteca. Ciclo palmarés. Desde el miércoles.
L a película efectivamente se posa sobre la vida. Y en su gesto, falsamente pausado, inquietante, apela a valores o a maneras y lugares en el mundo que ya no se llevan o se desprecian: el silencio, el reconocimiento de que apenas sabemos de nosotros y los demás, el discurso de lo fugaz, la muerte como permanente losa y el absurdo como una forma de mirarse en el entorno cotidiano. ‘Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia’, curioso juego de invitación a surcar un relato, se plantea como un filme que se postula minimalista y falsamente seco, como si hubiese congelado una serie de composiciones figurativas, de criaturas estáticas, para imponer una abstracción profunda.
El sueco Roy Andersson, cineasta de ‘Canciones del segundo piso’, cierra con su filme una trilogía sobre la comedia de la vida, que sirve esta semana a la Filmoteca para abordar su ciclo Palmarés con la UIMP. Las viñetas casi surreales que configuran este paisaje humano requieren de una mirada cómplice, paciente, y si se conecta pueden proporcionar un intenso descenso a la extrañeza de las cosas que se traduce en un placentero escepticismo.
El filme mira desde las distancias cortas pero sin elocuencia ni falsa gravedad. El suyo es un sutil retrato de la condición humana, entre lo banal y lo trascendente, aunque siempre con un martillo invisible que golpea en el centro del disparate, de lo absurdamente coherente que se revela muchas veces en nuestras decisiones. ‘Una paloma…’ tiene mucho de ese Tati visual, casi silente, que desnuda las estancias cotidianas y saca a los estereotipos y los tópicos de sus casillas para denunciar cómo se estruja la vida o como se pasa por encima de ella. Pero su encanto, más allá de la irregularidad de esos cuadros para una exposición humana, reside en la mezcla de quietud y desesperación, humor ácido y contemplación, meditación ligera pero gesto hondo. Entre Bergman y Buñuel cabe este ejercicio que invita a una carcajada sorda y a una reflexión nada ociosa. Precisamente en la sorpresa, en la fascinación es donde Andersson apoya su caligrafía: una cámara casi inmóvil ante una estampa/escena, donde lo patético y grotesco aflora con delicado extrañamiento poético pero también como un mecanismo de defensa compasivo ante las grises vidas propias y ajenas.
El eje común son dos personajes, a modo de arlequines rotos o tristes. Pero en realidad el cineasta juega con sus paisajes interiores, teatrales, siempre idénticos en su composición, terriblemente desnudos en su revelación, profundamente ligeros en su necesaria mirada sobre nosotros. También es un bufo, sordo, cruel y lúcido tratado de melancolía siglo XXI que empaqueta todas las vidas Ikea y las tira por el retrete. Seguimos mirando. A Buster Keaton le hubiera encantado.