Magil Mike XXL
EE UU. 2015. 115 m. (16 ). Comedia. Director: Gregory Jacobs. Intérpretes: Channing Tatum, Elizabeth Banks, Andie MacDowell, Jada Pinkett Smith.Cinesa y Peñacastillo
Aquí todo es carne de cañón. Cuerpos y deseo. Y dinero, el dólar, con color o sin él, siempre está presente. Brillan las tabletas y se muestran por fuera, sobre todo, y por dentro. ‘Magic Mike’, algo más que una secuela y mucho menos de lo que enuncia, solo tiene la talla XXL en lo aparente. Puede que ahora se subraya más la coreografía de los cuerpos en danza de estos perros rabiosos exhibiéndose ante una jauría insaciable con coro al unísono. Pero el desnudo interior queda lejano y subordinado. A estos personajes, el regreso de cinco strippers ofrecidos al banquete de la carnalidad y el deseo, o se les odia o se les busca una habitación cinematográfica barata aunque basada en las referencias de ese subgénero de economía y cuerpos. ‘Magic Mike’ es monótona, repite el esquema aunque cambie el escenario –el bar, el club, la convención, la mansión de ricachonas aburridas – y los tópicos se frotan con los terrenos muy trillados y los cuerpos muy sobados. Gregory Jacobs, director de ‘Escalofríos’, y ayudante de dirección de Steven Soderbergh, toma el testigo y afronta este pastel de carne abotargado, vigoréxico y en permanente despedida de soltero.
Es cierto que de manera esporádica asoman algunas señales de un retrato más ambicioso pero XXL nunca logra humedecer los márgenes más allá de su aparente sensación de filme de colegas, de mosqueteros con espada de rayo láser encendiendo todo que pasa y de resacón con sexo. En el mejor de los casos pasa y da el pego como fiesta extravagante. En el peor, pierde las connotaciones psicológicas y sociológicas que apuntaba la primera entrega, algún actor que servía de contrapunto y, además, su escasa capacidad para la sorpresa la devuelve sin gracia, anodina en muchos de sus pasajes. Hay más gimnasia que ritmo, baile de salón que coreografía, purpurina de cinta porno (ese arranque en el taller de Channing Tatum engrasando sus armas) y la talla mayor a la que aspira la supuesta secuela es claramente menor y ya no le cabe en el cuerpo del director. Aunque se intenta dar una vuelta de tuerca a la vulgaridad y se celebra la fiesta carnal, cierta celebración pagana, la historia se retuerce en la propia tableta de los protagonistas y bajo el músculo no hay entraña ni sangre.
El discurso de estas criaturas rotas por dentro y amparadas en su energía corporal por fuera no supera la fiesta de discoteca de moda con cartas de presentación que se pretenden números musicales y parecen vídeos de demostración de artes marciales. El factor humano, más bien puramente fálico, es un road movie de pasarela tan anodina como parca a la hora de procurar despegarse de su cinta madre. Una de camaradas, con mucho más conformismo y conservadurismo que el que podría desprenderse de estas vidas rotas en busca de esa fiesta final, definitiva, a modo de clímax anatómico carente de disección y de forense. Habrá quien pueda desenvolver la tableta.