Dale duro
EE UU. 2015. 100 m. (16). Comedia. Director: Etan Cohen. Intérpretes: Will Ferrell, Kevin Hart, Alison Brie, Dan Bakkedahl, Mariana Paola Vicente. Salas: Peñacastillo
Entre el histerismo y la sobredosis cansina de gracietas insípidas esta comedia roza la degradación del género. Se busca el roce químico al oponer a dos comediantes diferentes; se parte de un argumento que tan solo cuenta con una buena idea de base, y se diluye la posible ventosidad cómica en escenas carentes de imaginación. ‘Dale duro’ vuelve al esquema de ‘buddy movies’ tan apegado a los ochenta con cierto aire televisivo y con Will Ferrell y Kevin Hart intentando que el endeble artefacto no se les vaya de la mano, lo cual es prácticamente imposible. La vibración surgida de una anécdota fundamenta su posible estabilidad en el trabajo de ambos actores.
La peripecia parte de un millonario acusado de un delito que no ha cometido, quien contrata un delincuente habitual para que le enseñe cómo ha de comportarse para sobrevivir en la cárcel. La vulgaridad manda y la reiteración, los elementos machacones, las situaciones forzadas solo tienen una traducción: todo es una solemne tontería. Una especie de ‘My fair man’ entre estereotipos y naderías. La farsa pierde gas en su falta de fuerza narrativa. Etan Cohen debuta como director con escaso pulso y menor ingenio.
En realidad con ‘Dale duro’ hay que tener mucha paciencia y tratándose de una comedia eso dice muy poco de ella. Si mezcláramos algunas de las interpretaciones por separado de la pareja de actores podría resultar un híbrido cercano a lo que es esta ópera prima: agítese ‘Hermanos por pelotas’, combínese con ‘Juerga hasta el fin’ y añádase algún pacto con ‘Papá canguro’. A partir de ahí el detonador cómico se desinfla como un souflé. Las comedias de Ozores de la transición no son muy ajenas a este exabrupto con zafias provocaciones sexuales que por bobas ni siquiera resultan ofensivas.
La homosexualidad se presenta en el centro de la diana de esta historia de iniciación en la supervivencia que juega con el chiste anal, retuerce el lubricante del humor y acaba en un cansino correcalles verbal y de situaciones manidas. No puede hablarse de gags exactamente, sino de ocurrencias. El objetivo limitado desemboca en un festival de burradas punzantes psero poco finas como corresponde a una peli en pelota picada que no resiste un chequeo riguroso. Más cerca de ‘Dos tontos, muy tontos’, el filme no logra elevar el absurdo y la astracanada. Carente de regularidad y chispa, lo más molesto es ese sonido monocorde que atraviesa la historia como un moscón que incordia más que distrae. Hart se come a veces a Ferrell como si estuvieran en película distintas y los sentidos, el mayor de ellos el del entretenimiento, pierden la noción y el humor ya no tiene gracia.