Insidious capítulo 3
EE UU. 2015. 97 m. (16). Terror. Director: Leigh Whannell. Intérpretes: Dermot Mulroney, Lin Shaye, Hayley Kiyoko
Aquí el más allá está tan habitado que deja de tener encanto. Y las incursiones en su territorio parecen la pizarra digital de uno de esos entrenadores modernos cuya sofisticación les hacer olvidar el vocabulario primario, primitivo y original. En esta secuela que es precuela, o sea un preludio más ruidoso que sinfónico, el efecto es tan básico y el argumento tan insípido y manido que ni contenta a los yonquis del género ni alienta a los curiosos que decidieron meter la patita en algún armario con algo más de ropa y en una habitación con cama supletoria al infierno. Combinado de casa encantada, posesión infernal exorcismo y tráfico de trascendentalidad, ‘Insidious’ alcanza su mayoría de edad, que no su madurez, con una tercera entrega, o capítulo, devoto del susto e inmerso en la vulgaridad. Con escaso entusiasmo y poca fe el director Leigh Whannell afronta el encargo de su amigo James Wan, alma del cotarro sobrenatural, que le deja los trastos parapsicológicos y se limita a la producción, como si este nuevo episodio fuese una cosa de trámite.
El marcaje al muerto es constante. A falta de una buena línea defensiva el duelo con el lado oscuro se antoja desigual. Con respecto al resto de la supuesta saga no hay fichajes, así que se las ve y se las desea para ahuyentar fantasmas. El juego sucio está garantizado. Frente al susto, algo así como el ‘jogo bonito’ del género, los muy vivos recurren a los empujones, a los estirones y a una banda sonora tan incómoda que debería ser razón suficiente para eludir la visita de espíritus. Hay poca sutileza, por no decir abiertamente que lo burdo es la norma, en este manual de supervivencia espiritista encabezado por una anciana (Lin Shaye es lo mejor del filme) a la que solo le confiaría las recetas de croquetas caseras. No se pregunten por las razones de los espectros y, aún peor, ni siquiera por las de los vivos, porque entonces les entrarían dudas sobre el metraje del partido paranormal. El ejercicio está garantizado. El trajín entre áreas de uno y otro lado de la realidad es incesante. Con más energía negativa que estrategia de género el astro rey es el susto de todos los colores. Habrá prórroga porque lo exige la ley de la oferta y la demanda pero la sesión espiritista, el salvoconducto para cruzar las líneas enemigas apenas requiere negociación. ‘Insidious’ no es ni viscosa ni traumática. Su colección de sustos a precio de saldo resulta triste, convencional y rutinaria.
El visitante remuerto no tiene personalidad y los vivos resultan cadáveres. Además es tan insistente en cómo se ceban todos en la joven protagonista que el perfil psicológico no invita a ser optimista con la condición humana. Uno desea ser espectador zombie y buscar otro capítulo antes de que lleguen los penaltis de la noche más oscura.