Son of a gun
Australia. 2014. 108 m. (18). ‘Thriller’. Director: Julius Avery. Intépretes: Ewan McGregor, Brenton Thwaites, Alicia Vikander, Matt Nable, Damon Herriman. Salas: Peñacastillo
Es tan correcta como previsible. Con vocación de anteponer la narración sólida al riesgo este thriller navega entre dos aguas y se mantiene a flote gracias a un excelente reparto. ‘Son of a gun’ arranca como un drama carcelario y se pasa después al lado oscuro de las vidas perdedoras, las traiciones y redenciones. El debutante Julius Avery, tras una carrera prometedora en el campo del cortometraje, trata a sus criaturas con mano artesana y realiza una filme sin fisuras pero mil veces visto, al que le falta ese gancho personal que unas veces llamamos impacto y otras conmoción. Cinta que huele a traslación de Hollywood a Australia la historia se mueve entre la intriga, el juego de atracos entre cacos listos y mafias tontas, o al revés, y una acelerada historia de amor con la que calzar al personaje que trata de saltarse los renglones del guión.
Ewan McGregor encabeza la nómina de intérpretes dispuestos a ceder protagonismo cuando la acción lo requiere. A Avery se le ve cómodo y seguro pero la historia no se mueve ni un ápice de las reglas no escritas del género y de esos argumentos manidos con la evasión como norma y también coartada.
El filme está habitado por los tics para lo bueno y para lo malo. Su corrección, su equipaje convencional no le deja respirar y ‘Son of a gun’ busca salidas en algún detalle encajado con pinzas. Esos relatos de amistad y traición, amor y desesperanza que han atado y entrelazado vínculos y despedidas, entre el fatalismo y la huida hacia adelante, son sombras pasajeras en el filme australiano, filmografía con producciones en alza como ‘The Babadook’ o el regreso de Miller con ‘Mad Max’. Tensa y prometedora en su tramo carcelario y más bien plana y rutinaria cuando el filme sale de las rejas y se asoma a las tramas cruzadas de los buscavidas, la ausencia de matices y de detalles suculentos marcan la posible personalidad más allá de la caligrafía con buena letra y de saberse el abecedario entero del género.
Brenton Thwaittes y Alicia Vikander torean con algo más que honestidad los arquetipos y estereotipos que rodean a sus respectivos personajes en su deseo de emprender nuevas vidas. El vínculo emocional y paternalista entre el atracador con leyenda y el joven inteligente que busca redimirse por el peor camino no funciona nunca y el filme se resiente. El Avery director salva de la quema al Avery guionista. Hay una mano profesional resabiada en el segundo y una eficaz mirada en el primero. Entre tanto giro, no menos previsible, se escurre la historia y solo la solvencia de McGregor impide el hundimiento. Que nadie crea que estamos ante una especie de ‘Un profeta’ porque las concesiones comerciales convierten el verismo de prisión y el supuesto drama social de fondo en carne de tópico.