Una noche para sobrevivir
EE UU. 2015. 114 m. (18). ‘Thriller’. Director: Jaume Collet-Serra. Intérpretes:Liam Neeson, Joel Kinnaman, Ed Harris, Vincent D’Onofrio. Cinesa y Peñacastillo
Clint Eastwood hubiese exprimido las esencias de redención con las que Jaume Collet-Serra perfuma esta nueva colaboración con Liam Neeson. Quizás Sam Mendes habría teatralizado la contundencia implacable de unos personajes enérgicos. Por su parte, el director español afincado en Hollywood desde hace más de dos décadas no se distrae. Lo suyo es un constante, eficaz y duro ejercicio en el que bajo sucesivos golpes imprime un cuidado trazo de personajes, una seca contundencia emocional y un ritmo frenético. Quizás no hay sorpresas pero el tándem Neeson/Collet Serra es como una apisonadora urbana que aplica solidez narrativa e interpretativa para allanar el camino de un thriller rotundo. El cineasta de ‘Sin identidad’, en su sexta película, tercera de ellas con Neeson como actor fetiche, no deja resquicios ni fisuras.
Sabe que el espectador más adicto al género es exigente y no perdona la transgresión banal y gratuita. Collet-Serra se dedica a contar lo que tiene entre manos y lo hace bien. Mueve con destreza una viscosa trama de mafias, temores, venganzas, puntos de fuga y cuentas pendientes y antes de ser devorado por el tópico, o derrotado por la acumulación, se juega el talento con un arranque que ya no deja que el espectadosr se relaje. Hay vigor en la dirección y la baza interpretativa la agarra por las extremidades y ya no la suelta. Los encuentros entre Neeson y Ed Harris echan chispas. Es cierto que el filme no se aparta de ‘Non Stop (Sin escalas)’ pero tampoco pretende experimentos extraños.
El veterano intérprete decidió hace ya casi una década convertirse en una especie de renovado Charles Bronson interpretando historias de expiación, de perdedores y pesadillas. El guión es tenso, la textura noir está bien ajustada y el ritmo de la acción nunca decae. Entre la sobriedad y el relato sólido, en ‘Una noche para sobrevivir’ asoman las sombras de tragedia y drama, los temblores de la redención, siempre entre retazos de Sidney Lumet y mucho cine de los setenta en la retina. El relato trepidante está a veces cortado por cierto manierismo de estilo en el que el cineasta se regodea en su suerte. Pero vence el pulso y el sucesivo acercamiento de voces del pasado, el poder de la sangre, la sagrada familia, la lealtad y la traición. El particular viaje al fin de la noche está fundamentado en la claridad de los hechos y en su mezcla equilibrada de sangre, muerte y venganza. La efectividad en la fatalidad casan en este thriller que nunca se abandona ni se va por carreteras secundarias. Entre persecuciones y asesinatos, fluye el celuloide sin pérdidas narrativas irreparables. Es una película solo ajada por alguna precipitación que pese a consumirse como un bebedizo reconocible, uno se empapa con facilidad de su violencia y precisión.Un western urbano que se mueve en la noche como pez en el agua.