La invasión de los ladrones de cuerpos
1956. 80 min.Estados Unidos Director: Don Siegel. Reparto: Kevin McCarthy, Dana Wynter, Larry Gates, Carolyn Jones, King Donovan, Virginia Christine. Género Ciencia ficción. Ateneo. Lunes 20 de abri a las 19.30.
Subyace en su sencillez y estilizada depuración formal, una atmósfera que subyuga. Título mítico, clásico de la ciencia ficción y algo más, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’ permite acceder a uno de esos privilegiados territorios creativos dotados por la genialidad. Con simplicidad, inteligencia y contundencia, el filme supera las etiquetas, los límites de los géneros y deja que el espectador viaje por lo extraordinario en apenas ochenta minutos rotundos. Hay mucha más espectacularidad humana en este elogio de lo inquietante, en la extrañeza, en el terror implícito de estas criaturas atrapadas en su ignorante condición, que en la mayor parte de artefactos efectistas y ruidos del mainstream actual. Don Siegel combina, agita y remueve los géneros, del fantástico a la ciencia ficción, del thriller negro al terror, y crea una textura única, sin resquicios ni fisuras, una parábola cargada de símbolos y metáforas que propicia temblores primarios y atávicos temores.
El filme relata un cuento inquietante pero es también una denuncia política, un bucle enredado y enredador de la paranoia anticomunista de los cincuenta. Mucho antes de que Don Siegel dirigiera, por ejemplo, a Elvis Presley, firmara obras magistrales como ‘Código del hampa’ y, por supuesto iniciara ese tándem contundente con Clint Eastwood (Harry el sucio o Dos mulas y una mujer), puso su talento para dirigir casi en el mismo año de producción, 1956, ‘Crimen en las calles’ y esta inquietante obras maestra que evoca hoy el ciclo del Ateneo santanderino. Con sobriedad y una facilidad para provocar ese asombro emocionante, subliminal, de las cosas inexplicables, ‘La invasión…’ es cine en carne viva. A través de flash backs el relato desvela una clonación, un magma de horror e ignorancia, de vértigo ante lo desconocido que empapa y contrasta con ese árido dramatismo que recorre la historia. Décadas después Kauffman realizó con corrección y honestidad un remake quizás superfluo pero nunca desdeñable.
En este siglo XXI no menos paranoico e inquietante, la vulnerabilidad ante un estado vigilante, las amenazas permanentes, el control de la mente inoculado por una fuerza invisible siguen siendo constantes vitales que este clásico transmite con eficacia y emoción, exento de fuegos artificiales. Sombras sobrenaturales para adentrarse en una historia sobre el otro, lo otro como una cotidiana pesadilla. Un filme enérgico, vibrante, directo, donde su director exprime lo esencial y nunca deja que la mirada se relaje. Alegoría o fantasía simbólica, lo cierto es que el filme es un tratado insuperable del desasosiego. Y, por ello, forma parte de todo catálogo que documente nuestros miedos y los de los demás.