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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Inmaculada restitución

La dama de oro
Reino Unido. 2015. 107 m. (7). Drama. Director: Simon Curtis. Intérpretes: Helen Mirren, Ryan Reynolds, Katie Holmes, Daniel Brühl, Tatiana Maslany. Salas: Cinesa y Peñacastillo

La pintura, el cuadro, es la excusa, casi el macguffin. Detrás del lienzo y el icono se halla el peso del pasado y la levedad de la memoria. Demasiado equipaje para una valija tan endeble. La obra es todo menos profunda, una condición que demandaba un sensible viaje a la restitución.  Sin embargo, apenas roza la gravedad, pasa por encima del conflicto verdadero y no deja ver las costuras de la memoria. Es más un telefilme amable y convencional, débil y blando, que un documento dramático con la intensidad que pedía la mirada a un tiempo de humillación, pesadilla y horror.

‘La dama de oro’ desaprovecha los múltiples territorios que pisa, se abona a lo más fácil, rueda con rutina y una candidez contemplativa alarmantes y pasa de puntillas por casi todos los espacios humanos sembrados de alambradas. Si se salva del olvido casi inmediato es gracias a Helen Mirren, una de esas actrices totales que se expone, impone y matiza, que registra y abre o llena escenas en función de las necesidades. En realidad, ella asume los riesgos y cubre las carencias de la dirección de Simon Curtis. El cineasta de ‘Mi semana con Marilyn’,que ha desarrollado prácticamente toda su carrera en el medio televisivo, traza un retrato vulgar de una mujer con carácter, Maria Altmann, una judía que durante la segunda guerra mundial huyó de Viena a EEUU y que regresa sesenta años después para reclamar las propiedades que los nazis confiscaron a su familia, entre las que se encuentra el célebre ‘Retrato de Adele Bloch-Bauer I’, de Gustav Klimt.

La única dama del filme, sin embargo, es la actriz y solo los dorados del famoso cuadro reflejan destellos en esta historia muy atractiva pero anclada en la prosa. A estas alturas tratar el Holocausto con cierta ligereza edulcorada y sentimentalismo superficial no es de recibo. La restitución aquí es inmaculada, una redención de quita y pon los cuadros, sin carga de profundidad ni inteligencia para cuajar tanta masa dispersa. Ni el conflicto humano, ni la peripecia judicial, muy mal narrada, ni los viajes al pasado alcanzan o muestran alguna señal que permita elevar estética o dramáticamente la historia. Curtis se ampara y se refugia en lo conmovedor, apela a los cambios emocionales de los personajes en función de sus viajes al pasado y al presente, pero la historia se le diluye y apenas intuimos el complejo cruce de miedos, culpas, recuerdos y deseos. Entonces Helen Mirren acude al rescate. El trayecto narrativo, impulsado por uno de esos personajes comodín sin matices ni explicación plausible, discurre plana y se fuga casi sin querer. Nos queda apenas la silueta, la mirada y la iconografía plástica de una de las grandes obras maestras del arte.

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Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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