Ex machina
Reino Unido. 2015. 107 m. (12). Ciencia-Ficción. Director: Alex Garland. Intérpretes: Alicia Vikander, Domhnall Gleeson, Oscar Isaac, Corey Johnson.her. Salas: Peñacastillo y Cinesa
Se asoma a la ventana de la inteligencia artificial con elegancia, estilo y voz que remite al pasado. Y esa falta de prejuicios y su solvencia narrativas hacen de esta opera prima una interesante mirada aliñada por excelentes interpretaciones y una mirada austera sin afectación ni pedanterías sobre el vértigo futurista.
‘Ex machina’ retrata un duelo, a lo pigmalión, entre programador multimillonario e hiperinteligente (lo primero parece aquí obligado y trascendental para demostrar lo segundo) y un joven lúcido pero aún en carne viva esperando que alguien o algo le abra los ojos. El resto lo ponen la máquinas que como suele ser habitual en toda parábola de fantasía científica que se precie, revelan más humanidad que las criaturas racionales que les asisten. Al modo ‘Frankenstein’ y con sombras referenciales e inevitables de HAL, esta especie de rebelión en la granja de lujo en un hermoso paraje, tiene bastante de obra de cámara con una puesta en escena elegante, una sobriedad que se agradece y mucho cuidado formal. Solo un final precipitado provoca fisuras en el filme del debutante Alex Garland, novelista y guionista, por ejemplo, de ‘28 días después’.
Alicia Vikander, Oscar Isaac y Domhnall Gleeson juegan a romper el hielo entre esas fronteras difusas e inasibles que dividen la geografía de lo cotidiano y lo trascendente. Las conversaciones oscuras y tecnificadas se alternan con una lúcida brillantez visual. Este paisaje quizás solo está marcado por una cierta morosidad en el ritmo y una teatralidad de algunas situaciones. pero a cambio subraya con tensa eficacia su lado claustrofóbico y su enigma.
Exenta de efectismos y abuso de giros, ‘Ex machina’ se revela como una pausada incursión en el latido invisible del futuro que a veces provoca extrañeza, otras magnetismo e incluso genera interrogantes. Entre la frialdad perseguida, el ‘gran hermano’ como permanente dictado social y moral, el HAL de ‘2001’ se hubiese sentido cómodo como invitado de esta mansión de ikea futurista en el bosque de atractivas mujeres-robot a la espera de ser conectadas, ellas y ellos, a la vida.
El argumento, que introduce elementos sutiles sobre la sexualidad, reflexiones nada banales sobre dominación y la identidad femenina, curiosamente coincide en el tiempo con ‘The imitation game’, con la que comparte paralelismos como el encuentro entre joven y brillante programador y maestro de lujo; desafíos de futuro y el test de Turing. El debate de fondo, como sucedía en la espléndida y visionaria ‘Her’ es si tras su intachable apariencia cabría esperar un futuro emocional más maduro