Francesha
2012 86 min. Estados Unidos Director: Noah Baumbach. Reparto: Greta Gerwig, Mickey Sumner, Adam Driver, Michael Esper, Grace Gummer. Sala: Los Ángeles. Hasta el domingo. Estreno. V.O.S.
Es una película de actriz. Greta Gerwig. Ella es arte y parte. Su juego cómplice con la cámara recorre esta fábula urbana sobre gente que habita emocionalmente en otra gente, sobre el hábitat cotidiano, sobre habitaciones y estancias, sobre espacios solapados o que se suceden. Si uno acepta el juego, ‘Frances Ha’ tiene mucho de nouvelle vague y free cinema, lo cual son palabras mayores pero también una coartada tramposa y afectada y quizás tan exigente que se vuelve en ocasiones en su contra. Noah Baumbach dirige con muchas claves cinéfilas, numerosos resortes de cinefilia y un diálogo contante entre imagen, música y ciudad. Nueva York, cómo no. El cineasta, compañero de la actriz Jennifer Jason Leigh, responsable de filmes como ‘Una historia de Brooklyn’ y ‘Margot y la boda’, opta por el blanco y negro, otra complicidad con la atmósfera, la forma de narrar, la memoria de ‘Manhattan’ y es probable que a modo de rúbrica entre lo espontáneo y lo absolutamente medido. Parte de la magia de esta película pequeña, que no menor, radica en esa mezcla de juego existencial, libertad y baile interior. Que director y actriz escribieran el guion juntos propicia el ejercicio de luminosidad sobre esta joven que vive y sobrevive, enamora y rechaza, danza torpe pero sin caer sobre la cuerda floja de la vida, mientras cruza hacia lo adulto no dejando que la extrañeza se apodere de su relación con el mundo. ‘Frances Ha’ tiene algo incómodo, de sabidilla y modernilla, pero el encanto intrínseco de la actriz acaba superando toda duda. Es agridulce, simpática y melancólica, sencilla en su exposición aunque compleja en su sentido. Quizás algunos subrayados impidan que el filme eleve su personalidad visual hacia territorios más elocuentes y con más peso que sus deudas con referentes mayores. El lado afectado del filme es quizás su demasiado visible etiqueta generacional, esa pretensión de reinventar el Allen de los 80 con una Annie Hall y una ciudad del revés. No obstante, triunfa la escritura y, sobre todo, el personaje y la interpretación, con lo que es fácil embarcarse y dejarse seducir por ese presente del indicativo con el que el filme conjuga las señales de nuestro tiempo. Hay pose sí, pero también cierta amargura sincera en el retrato de una amistad que no termina de serlo, en las conversaciones cercanas pero vacías, en la aceptación de que para encontrar ese lugar en el mundo, pequeño y frágil, el camino queda sembrado de renuncias.