Open Windows
España. 2014. 100 m. (12). ‘Thriller’. Director: Nacho Vigalondo. Intérpretes: Elijah Wood, Sasha Grey, Neil Maskell, Adam Quintero, Ivan Gonzalez.Cinesa y Peñacastillo.
Todo está hipervigilado, megaconectado y supracomunicado, pero estamos solos. Las multipantallas a las que Nacho Vigalondo invita a asomarnos en un thriller, a veces enérgico, otras vibrante, casi siempre metafórico de esa maravillosa ventana indiscreta que es el cine, supone un ejercicio de hiperventilación visual de gran destreza y pirueta nada frívola. El cineasta cántabro ha educado su mirada en la jungla de la tecnología sofisticada, en los solapados artefactos de una carrera por llegar a la meta de la aplicación interminable y a cual más inesperada. El director de la interesante pero fallida ‘Extraterrestre’ ha regresado con una cuidada y reflexiva ópera cibernética que tiene en el propio lenguaje a su particular macguffing y que, bajo las capas de cebolla de una sucesiva utilización de cámaras paralelas, desnuda la esencia del cine. En ‘Open windows’, todo es mirada: la nuestra, la de los personajes que miran a sus pantallas y, por ende a nosotros, las de móviles, ordenadores, cámaras de seguridad, webcams, y entre todas ellas Elijah Wood como un Frodo en busca del ciberanillo hipertecnificado. Y, por supuesto, la mirada que posee el propio filme como una especie de gran hermano y retina permanente que envuelve, arropa y a su vez amenaza y nos atenaza. El thriller argumental, lineal, el de un joven admirador de actriz –con un arranque deslumbrante que certifica la maestría de Vigalondo para el cortometraje– tiene algo de amor fou, un ‘al final de la escapada’ virtual con pareja imposible, amor idealizado y sexo virtual. Pero ‘Open windows’ es sobre todo un alarde de narración, intriga, búsqueda del punto final e indagación. Al director de Cabezón, como ya sucediera en su excelente ópera prima, ‘Los cronocrímenes’, le interesa la exploración narrativa más que el aparente experimentalismo, y su alma cinéfila, su amor al cine vence cualquier tentación de instalarse en lo acomodaticio. Siempre trata de sortear lo convencional y pese a algún desequilibrio y reiteración en el tramo final, su tercer largo, el primero rodado en inglés, representa en ocasiones un prodigio de lucidez visual en busca de lo que el lenguaje del cine supone en nuestras vidas. ‘Open windows’ es una casa de muñecas que habitamos todos pero que también miramos desde la casa de enfrente como vecinos invitados. Internet, la red mayor y las redes invisibles se enfrentan, colisionan en un desafío narrativo, siempre intenso, cansino en lo físico, estilizado y abigarrado al final. De aparatos y aparatoso. Voyeurs todos. Hay un punto de vista universal: el espectador frente a la pantalla pero en el filme de Vigalondo todo es multipantalla y, a su vez, cada una abre otros puntos de vista en una web que nos convierte a la vez en mirones, espías, hackers, soñadores, vigilantes y vigilados. Audaz y también en ocasiones efectista, travieso y juguetón, tenso y desconcertante, arrebatador y confuso. El ingenio está asegurado, falta cierto poso y consistencia en esa carrera final hacia ninguna parte. Un gran artefacto que obliga a mirarnos. De haber ahondado más en algunas de sus pantallas, que son todas la misma, la vida, hubiese sido una obra maestra.