Amanece en Edimburgo
RU. 2013. 100 m. Comedia. Director: Dexter Fletcher. Intérpretes: George MacKay, Kevin Guthrie, Jane Horrocks. Salas: Cinesa
No se puede decir que, a excepción del género documental, las lógicas sorpresas y, por supuesto, el campo más híbrido de la animación, el género musical haya deparado últimamente grandes ficciones. Ahora, paradójicamente, casi en silencio, recala en esta cartelera asfixiada por el capricho de los distribuidores el miedo al mundial y el calor, la atractiva cinta británica ‘Amanece en Edimburgo’. Una curiosa mezcla de guerra, amistad, amor y familia, a modo de partitura dulzona. En este caso, además frente a otros musicales que depositan su inspiración en la banda sonora y su peculiar encaje, aquí son las interpretaciones las que garantizan ese añadido final de personalidad. En el interior de esta comedia musical late algo reconocible y familiar que permite una mayor y más facilona empatía del espectador.
El eje musical es una declaración de amor a la ciudad que preside la historia. Una pegadiza atmósfera es su valor máximo, lo que permite al filme evitar otros terrenos más rigurosos o puristas del género. El filme pierde algo de sintonía visual en su falta de esplendor, como si no acabara de creer en sí mismo. En realidad este ejército de sonidos vuelve a adoptar la fórmula tan recurrente del referente pop de moda para trasladarlo a la pantalla incluyendo a actores no habituados al género. Como ya ha sucedido con Queen o ABBA, o Mecano, ‘Amanece en Edimburgo’ aflora desde las entrañas de un musical de éxito en Gran Bretaña, con el dúo escocés The Proclaimers como fondo.
Tres parejas que representan campos minados generacionales y sentimentales constituyen el eje de esta serie de presencias y ausencias, encuentros y desencuentros entre pubs, escenas familiares, bailes y una vitalidad que rezuman muchas de las secuencias. El cineasta Dexter Fletcher dirige su particular orquesta con bastante equilibrio musical y sentimental en un álbum de tradiciones y nuevas direcciones modernas, de colisiones emocionales y explosiones de vida. No busca el glamour sino la coherencia. Y no deja que lo deslumbrante ataque a lo intimista.
El regreso a la realidad cotidiana de dos soldados, en este caso tras su paso por Afganistán, puede sonar a tópico, pero el filme elude, apoyado en el reparto, con Peter Mullan al frente, y aportando más carne argumental a los hechos, el peligro de lo excesivamente ligero. Una coreografía elegante viste este trayecto sobre la temperatura del amor con una singular estética documental.