“Cierra la oficina crece el desvarío, los peces se amotinan contra el dueño del río…”. Que bien lo escribe Sabina a puro asfalto. Describe con pelos y señales un virus genético, contagioso, expandido, arraigado y asido en pleno vecindario. Pero esto de la crisis no va sólo de pasta y lista del INEM. Va de soluciones a martillazos, como la de ese bar de Santander que me clavó 28,80 por cuatro pinchos y dos vinos (literal) con la persiana ya bajada por ser de última hora y un tipo diciendo que ya podía fumar…
Va de princesas de barrio televisivas con tetas de plástico pagadas por la abuela que van a un casting de presentadora sin estudios pero con escote. Si puede Belén… De pequeñas empresas que sobreviven a base de ética y de negocios que pierden la estética y hasta la cara porque no tienen vergüenza. Crisis en el taxi, que la sufren y mucho, pero alguno no se preocupa de ventilar. Crisis en la voz de una oficina que te responde que suspende una semana el servicio porque se le estropeó el fax. No sé que es peor. Si su respuesta sin sonrojo o la del taller que tarda una semana en arreglárselo. Porque cierran pobres empresarios que caen en desgracia y otros se mantienen con vida por una gracia que debe ser divina.
Y más desórdenes que me encuentro entre paseo y paseo. La crisis de un parque de agua ligado a mi infancia y a mi vista desde la ventana. Está tan enfermo de crisis que ya no tiene agua. Le cortaron el grifo y esta semana han cubierto de tierra un estanque pagado hace poco más de diez años. Porque hay que ahorrar, pero en todos los ayuntamientos levantan los suelos que cerraron ayer por una obra para levantar los que cerrarán mañana por la siguiente. Y entre levanto y levanto, tiro porque me toca aunque no tenga permiso ni decencia para tirar (o levantar, que ahí está la cuestión). El ahorro en combustible y el derroche de tinta con el que se firmarán las multas de más de 110. Crisis de valores, crisis de ideales, crisis de políticos de todo a cien.
Crisis de respeto que me obliga a ir al cine a la una de la mañana. Crisis de conciencia como la de los que acostumbran a mentirnos a diario con una sonrisa. Crisis de educación como la de ese vecino que no quiere saludar. Crisis de buen día, crisis de mil gracias y crisis de un por favor…
Seguiré paseando, aunque no guste. “Putas de rebajas, reyes sin baraja, inmundo mundo mundial…”. Sabina.