Dedicado a los que siempre quieren bajarse antes que nadie del avión. Al vecino que siempre fuma en el ascensor. A los camareros que no se despiden con un ‘gracias’ y a los clientes que se presentan sin un ‘por favor’.
Al que va por el carril vacío y se cuela en el lleno muchos metros después. A los listos que se adelantan en una cola porque ‘sólo quieren preguntar una cosa’. Al que pide en la barra aunque te vio al llegar. Al que te pisa y no pide perdón.
Al que le escuece responder a un ‘buenos días’. A los que caminan por la calle como si vinieran de recibir siempre una mala noticia. A los que nunca dejaron caer una moneda porque ‘vete tú a saber en qué se lo gastarán’.
Al que habla en el cine en la fila de atrás. A los que nunca dejarían pasar al que sólo ha comprado un pan.
A los que usan el móvil para que les escuchen sin él. A los que aparcan en doble fila con un hueco veinte metros más allá.
Al que no da la mano después de perder. Al que no donó nada porque ‘llegará la mitad de la mitad’. A los que acuden a un concierto y no dejan de hablar.
A los padres del ‘déjales, que son niños’ y a los hijos que mandan a la mierda a sus papás. Al que para al taxista una curva antes de la espera en la parada.
Al de ‘no me di cuenta que estabas tú’. Al que siempre responde ‘pues yo.’ cuando alguien necesita contar sus problemas.
Al que se divierte rompiendo el retrovisor. Al del papel al suelo. A la dueña del perro de eso que hay en mi suela.
A los que nunca tienen tiempo para escuchar y a los que nunca se dan cuenta que ya les escuchaste demasiado.
A todos ellos. Feliz día, incluso, con vosotros.