Queridos Reyes Magos. Soy un niño de la talla 42 con más de una renovación del DNI. Os escribo desde Cantabria. Sí, ése lugar al que cuesta llegar incluso en un camello mágico. No os lo toméis a mal, pero este año dejaros de trenes eléctricos y traerme uno que vaya más rápido.
No estaría de más un buen surtido de picos, palas, proyectos de impacto ambiental y grúas para que las obras en las carreteras de verdad -no las del coche teledirigido- terminen antes de que a vuestros pajes les llegue la edad de la jubilación. Los disfraces de superhéroe y princesas de cuento están muy bien, pero, en esta ocasión, dicen por ahí que os pida trajes de enfermera, de mecánico, de obrero de la construcción, de pintor, de camarero… Últimamente hay muchos que han tenido que dejar de serlo. El carbón, para los analistas, banqueros, ministros, especuladores y para aquellos que jugaron al monopoly con euros de curso legal. Pero, en vez de carbón, se me ocurre que caerán mejor unos barriles de petróleo…
Me dice mi madre algo de la pensión, que no sé muy bien qué es. Será cosa de los mayores… El diccionario de economía, los cromos de futbolistas para que la asesoría externa del Racing sepa a quién traer, el “Operando” (éste con urgencia, que un colega ha tenido tres nietos mientras estaba en lista de espera)…
Ya acabo, que me dicen que los constructores os han pedido mucho y no sé si quedará algo para los demás. Como es gratis, no olvidéis meter en el calcetín unas pastillas de optimismo y unas vacunas de ilusión. Respecto a mí, tres cosillas. No olvidarme de todo lo que he aprendido este año en los malos momentos, la salud que ahora tengo y eso que vosotros -que lo adivináis todo- sabéis que más quiero.