Será el día libre o que este Santander es capaz de amanecer con lluvia e instalarse a media mañana en un día precioso. Como si pasara por las estaciones de la biografía a cada rato. El caso es que este jueves está lleno de ‘tal vez’. Tal vez porque tiran la peña Eguía y a ti te gustaba el boxeo (te hubieras divertido viéndome pegar al saco donde Barquín, en La Atalaya, hace ya unos años). Tal vez porque el Racing me duele y al Madrid no lo acabo de ver. O porque te imagino riñendo con el telediario desde la esquina del sofá de la que siempre será nuestra casa. Allí, junto a la Plaza de Toros. Con la manta roja, la bata azul y llamando de todo a más de un aspirante a sillón ahora que andamos de campañas. Sin escucharles demasiado. Mamá también lo hace ahora (en otro piso, cosas de la vida). Tal vez porque se me ha llenado el muro de Facebook (ya te explicaré otro día, que sería muy largo) de fotos de padres e hijos. Puede que por todo eso, aunque me dé cierto apuro. Porque vuelve a haber agua en el parque del agua, lo que era un terraplén en nuestros tiempos. Porque ya no se puede fumar en los bares y tendrías que hacer como en casa. Irte a la ventana para que yo no te viera. Ni siquiera en El Diluvio. Antes he estado allí con Miguel y me he quedado mirando ese fondo tan tuyo de la barra.
Tal vez sea porque a casa de Lorena ha vuelto el gato. No se parece al que te iba a buscar cuando roncabas en el salón para que te fueras a la cama con Gracita, pero un gato es un gato. Yo no tengo animales y se me olvida regar las plantas, pero me apaño. Escribí el capítulo de un libro para contar que tú me llevaste una vez al viejo Sardinero. Te gustaría saber que me gusta lo que hago, que viajo todo lo que puedo, que escribo mucho en tu periódico de siempre y que aprendo por dentro, aunque por fuera no haya crecido mucho. En eso salgo a ti. Bajito, muy talla española de tu época. Y en discutir mucho. Ahí te pasaste con lo de la herencia… Más de una buena persona lo ha pagado. Te hubieran caído bien, seguro. Pero tranquilo, me va bonito. Soy un tipo con suerte por tener a quien tengo a mi lado. Fui con ella, que es adorable, a Ogarrio y volvieron a hablarme de ti. ‘Tú eres de aquí’, me dijo el hermano de Tomás. Y a mí me emociona eso e ir a ver el letrero en azulejos de Riva pegado a la fachada de una casa, o eso de ‘la capital del mundo’ en Arredondo.
No te preocupes por nada. En serio. Mamá, con sus achaques, está bien. Todos nos ocupamos de eso. Nosotros, tirando. Por aquí todo el mundo dice eso mucho últimamente. La cosa se puso fea en los últimos años. Se ha pasado mal y muchos de los que tenían que arreglarlo se lo llevaron a paladas. Pero ahí andamos. Cada uno con sus cosas, con altos y bajos. Con problemas, sí, como todos. Como tuviste tú, pero igual de unidos que siempre, aunque deberíamos juntarnos más a menudo. Marién y Pedro, Andrés y Leticia, Miguel, mamá y yo. Eso vale más que muchos ceros en la cuenta de una herencia y, además, no paga impuesto de sucesiones (que lo han cambiado tantas veces que ya no sé si se paga o no). Y tus nietos… María va de escándalo en la universidad. Se te caería la baba. El año que viene se va a Inglaterra. Tú la llevabas de paseo y ahora es una mujer… El resto son unos sinvergüenzas… Vaya tres. Buenos chavales, de verdad. Todos seguimos aquí, en este Santander que cambia tanto, pero sigue siendo el mismo. Tal vez algún día pueda hablarte yo de otro chaval. No lo sé. Eso no se promete y yo soy algo raro… Quién sabe. Lo que sí sé es como se llamaría. Seguro.
Un abrazo, Andrés. Un abrazo fuerte. Tal vez vuelva a escribirte dentro de otros veinte años. Tal vez…