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Álvaro Machín

El Paseante

Esto es una dorada

Cuando voy a ver a Juan y a Andrés a su bodega, siempre miro ese mostrador de maravillas que tienen con aires de elección. Es falso, pura pose. Porque lo que en realidad hago es avergonzarme por dentro por no saber qué es cada cosa. Voy guardando nociones, pero poco más. Doradas, besugos, jargos… Ya distingo los cabrachos con su rojo casi de neón de carretera, pero al san Martín no le pesco nunca. Soy un santanderino de mar, pero de orilla. De paseo marítimo. Un marinero en tierra sólo de olor a salitre y palabra, pero escaso de ropa mojada y aventuras allá donde no hago pie. Estuve en la casa de Neruda en Isla Negra, en ese Chile natal tan poético como contradictorio. Hay un barco en el jardín y él era capitán, pero desde tierra firme. Escribía en una habitación, frente a la orilla, tras una ventana enmarcada con vistas al agua. Como una marina pintada, pero en movimiento. Un día vio un madero que trajo la corriente y lo convirtió en su mesa de trabajo. Un genio. El poeta, buen anfitirión, llevaba a tomar la última copa a sus amigos al pequeño barco, fuera de la casa. Después de muchas ya. Muy tocados. Y todo para soltarles al irse a casa que de un barco siempre se baja uno mareado.

El barquito de la casa de Neruda (la de Isla Negra, porque hay más). La visita es más que recomendable si se dejan caer por Chile

Me encantó la historia (que no sé si viene al caso, pero la cuento, porque para eso este espacio es mío). Lo cierto es que el cuentito me recordó a mí mismo. Y no por ser Neruda ni parecerme (ni siquiera me atrevo a poner un ‘ya quisiera’ porque es presuntuoso). Mas bien porque yo no sé vivir sin el mar, pero le conozco poco. Y eso pasa a menudo. Que conocemos poco lo que es más nuestro.

 

Hoy he visto a un padre con dos niñas pequeñas en la plaza, en el mercado. ‘Esto son ojitos. Esto –lo alargado- es una merluza. Allí tenéis rape…’. Yo no supe que responder a la pescadera cuando me preguntó si las doradas limpias y enteras, a la espalda o en lomos. Porque yo no sé nada, apenas cuatro ideas. Y he pensado que hay muchas cosas que no nos enseñan en la escuela y, ni siquiera, en casa. Que están los libros, la urbanidad, la educación y las asignaturas, pero que, demasiadas veces, hay grandes lecciones que se aprenden mirando, paseando. Escuchando. A los niños, y a mí, deberían llevarnos un día al mercado. Deberían ponernos ejemplos sencillos. Que el rodaballo es como una bandeja con los dos ojos en el mismo lado, que a la paparda (que es algo más que una decepción del Racing) hay que seguirla porque detrás o delante va un pez grande y que ‘moma’ no es sólo lo que yo llamo a los que tengo cariño para decirles que andan poco espabilados.

 

Deberían, a mí y a los niños, enseñarnos en el bosque y no en un vídeo o en el google qué árbol es el tejo, qué pinos dan piñas y cuáles son robles, hayas y abetos. Y muchas más cosas que están aquí al lado. Para qué sirve un faro, a dónde hay que mirar para ponerse frente a Inglaterra y de dónde vienen esos vecinos que tienen un color distinto de piel. Pero no en un mapa. Eso después. Primero, con ellos. Y más cosas. Llevarnos a un museo y dejarnos correr. Al de aquí al lado. Que de una vaca acaba ‘saliendo’ el queso (o de una oveja, o de una cabra), que la mantequilla no se hace en el bote y que el jamón del bocata viene de alguna parte.

 

Pasé un día fantástico hace poco en Valderredible. El director del único colegio de la zona me explicó, más allá de kilómetros en autobús y otros tópicos en un valle enorme y medio vacío, que a los niños intentaban darles a conocer lo que tienen más cerca. Lo suyo. Salir a los pueblos, hablar con la gente, descubrir su propia historia. Y eso no significa dejar programas, libros, asignaturas e informáticas. Sólo dar más herramientas que las del Windows para aprender y para disfrutar de la vida. Que luego ya verán ellos si se van o se quedan. Pero irán al mostrador de la Bodega de Juan y Andrés, La Cigaleña, y sabrán qué quieren comer.

Artículos de opinión sobre la vida cotidiana

Sobre el autor

Santander (19 de noviembre de 1976). Licenciado en Periodismo. Ha compaginado durante años su labor en la prensa con trabajos en radio y televisión. Autor del blog 'El paseante'.


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