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Álvaro Machín

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Urgencias

A cierta edad, la retentiva se mantiene impoluta sólo para el historial médico. Son alucinantes las conversaciones en una sala de espera de urgencias entre dos jubiladas que acaban de conocerse. Sentadas una junto a otra por una casualidad que cuesta creer que no les llevara a encontrarse mucho antes. Tantas cosas en común… Lumbalgia, el Termalgin de por las noches por la artrosis del dedo gordo, el Lexatín para esos nervios que se ponen rebeldes y todos esos viajes al quirófano de los que, si pudieran, enseñarían las fotos y el vídeo reuniendo a la familia. Se cambian dolencias y palmarés de bisturí como cromos en Pombo cada domingo. Con el ‘si le’ y el ‘no le’ incluido y con el ‘y yo más’ de las aventuras entre críos de barrio. Saboreando cada ‘logro’.

Llega el turno en la consulta –después de esperar un buen rato- y el doctor pregunta cómo se hizo esa herida. La respuesta se remonta a ‘Sicilia, año 1935’… No hay prisa. Pero sí que la hay cuando la enfermera llama en voz alta a fulanita, “que ha llegado después que yo”. Poco importa que fulanita venga con el ojo en la mano o con el hígado entre las muelas. “Es que yo tenía hora a las diez y he venido a las ocho y media”.

 

‘Sólo un acompañante por persona’. En España, o no sabemos leer o nos importa una mierda lo que ponga en los carteles. Somos así, sorprendidos de que los políticos nos mientan, pero orgullosos de conseguir salir del bar sin haber pagado. Porque el que más protesta por una sala de espera a reventar (aluciné en mi última visita con eso y con la paciencia de un personal al que a veces maltratamos sin tener la culpa) es el que viene con media familia, la fiambrera y el perro.

Ahora, por desgracia, pasamos por la etapa de detectar el recorte. Un nuevo éxito en la lista de temas de conversación en un hospital. Y no me extraña, porque hay cosas que saltan a la vista (y se sufren), pero tampoco me gusta que ande todo el mundo a ver si le dan agua sólo para pillar (yo siempre tuve que ir al bar a comprarla) o volviendo loca a una pobre enfermera que, a este paso, acabará poniendo vendas a una señora con dolor de cabeza.

 

P.D. Que no se me enfaden las señoras mayores que tienen que ir a urgencias, pero tomen ejemplo de mucha gente de su quinta, que aún sabe mantener una conversación llena de vida. A esos deberíamos escucharles todos, que ya nos tocará llegar.

Por favor, lean esto   Es buenísimo.

Artículos de opinión sobre la vida cotidiana

Sobre el autor

Santander (19 de noviembre de 1976). Licenciado en Periodismo. Ha compaginado durante años su labor en la prensa con trabajos en radio y televisión. Autor del blog 'El paseante'.


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