El listo nunca pierde. El listo presume de su cazadora nueva de 500 pavos (él lo dice así) y, a la vez, le regatea un euro a un senegalés que vende calcetines a cinco por tres en el mercadillo de La Esperanza. El listo no pone bote en Cañadío porque se va a ir pronto para casa. El listo tiene un esfínter olfativo. Ése que huele el momento de pagar la cuenta y le lleva irremisiblemente al cuarto de baño.
El listo es un especialista consumado en el “simpa” (técnica consistente en irse de los establecimientos hosteleros sin pagar). Cuando lo hace tiene dos motivos para justificarlo. Uno tiene que ver con una cabeza distraída: “No me he dado cuenta, pensé que pagaba otro, no me tocaba”…. El otro alude a razones puramente económicas con argumentos de peso: El precio de las copas o de la cuenta es siempre desmesurado y él asume un papel de justiciero monetario. Al listo no le importa que a su amigo el honrado le pongan la cara roja, ni que la misma cuadrilla que le ríe sus proezas se gaste los euros de más que él se gasta de menos.
El listo cuestiona comprar una corona de recuerdo entre toda la cuadrilla para enviar a Ciriego el día del entierro de un buen amigo porque le van a incinerar. Es cuestión de utilidad práctica. Pedirá siempre que el dinero del regalo en una boda vaya siempre en el mismo sobre (nadie sabrá quien puso menos). El listo organiza una fiesta de cumpleaños en un restaurante en la que cada uno paga lo suyo. En crisis es un superviviente nato. Siempre tiene grandes ideas de negocios infalibles. Él gestionará el dinero. Seguro. El listo sólo lee los periódicos en la mesa de la cafetería durante dos horas y con un café. El listo entrará al baño del bar y dejará un recuerdo sin pasar por la barra.
El listo siempre dice que la gasolina la pagamos entre todos si se viaja en su coche. Si es en el coche de otro, el esfínter le avisará de que toca ir al baño a la hora de hacer bote… Qué listo.