Hubo un momento de reflexión, hace unos días, en la popa del barco de mi amigo Sergio mientras cruzábamos la bahía. También cuando desde el agua de otro mar veía los edificios coloreados de Ocean Drive, en Miami Beach. Pegándome un ‘cole’ en el Sardinero me pasó lo mismo. Y nuevamente tomando una copa -vale, seguramente más de una – en Cañadío. Cuando fui a ver a The Police a Bilbao, en una bañera de hidromasaje, paseando en pantalón corto por la Alameda, en las casetas de la Semana Grande, jugando a hacer preguntas con alguien diferente, escribiendo, terminando un libro, comiendo un helado por el ‘Sardi’ Y, sobre todo, tumbado en el sofá de mi casa en la calle Argentina. Allí. Con la única tarea de decidir que hacer con la hora siguiente del reloj.
Dicen que dignifica. Voltaire aseguró que aleja de nosotros tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad.
Que te hace persona, que ayuda a madurar «Te hará ser un hombre», me dijeron siempre. Hasta que endulza la vida (esto lo he encontrado en una web de frases célebres y su autor es Richard Hugo). En fin, que para ser un ‘hombre de provecho’ era necesario meterme en esta historia.
Y a mí me gusta, no se crean que soy un vago. Tengo hasta exceso de responsabilidad y trato de exigirme. Siento pasión por lo que hago. Hasta, en ocasiones, me han acusado de estar un poco enganchado (Dios quiera que no). Pero, como dice un amigo aprendiz de filósofo, no puede ser tan bueno cuando hasta te pagan por ello. Vamos, que ese momento de reflexión del principio estaba dirigido a Adán: ¿Quién le mandaría a este tipo pegar un mordisco a una manzana y provocar aquello de ganar el pan con el sudor de la frente?
Resumiendo. Que acabo de terminar mis vacaciones y el retorno a la rutina ha sido duro. Amigos y enemigos, ya estoy al pie del cañón. Otra vez.