Millones de personas huyen de sus países buscando una salida y se dan de bruces con la falta de respuesta de la UE
Se vieron obligados a huir, a salir corriendo de sus casas, de sus países. Miles de sirios, afganos y eritreos, entre otros, se vieron obligados a huir de su tierra porque sus vidas estaban en riesgo. A lo largo de 2015, la migración hacia Europa se convirtió en un fenómeno sin procedentes desde de la Segunda Guerra Mundial. Sus países estaban asolados por la violencia, las detenciones, los secuestros y las desapariciones, y decidieron que no podían seguir viviendo allí. Cogieron a sus hijos, cuatro cosas para el viaje y empezaron a andar. La meta era Europa. Nunca imaginaron que iban a encontrar tantas trabas.
Desde 2011, más de cuatro millones de sirios han abandonado su país ante la cruenta guerra civil en la que estaban inmersos, con un Estado Islámico que no está dispuesto a dar un paso atrás. Para EI, su califato es el paraíso en la tierra, pero lo cierto es que parte de la población ha salido corriendo de allí.
Según datos del Órgano Coordinador para la Gestión de la Crisis de Refugiados, la Guarda Costera y la Policía griega, más de un millón de refugiados han llegado al país heleno desde 2015 procedentes de la costa turca. Frente a esta cifra demoledora están las raquíticas, como los 18 que ha sido acogidos en España o los 12 que el Papa se llevó al Vaticano. Alemania ha sido más generosa y entre 2015 y lo que llevamos de este año, ha acogido a 1,2 millones de refugiados. El país germano y Suecia concentran el 55% de las concesiones de asilo de la Unión Europea.
Mientras las autoridades se aclaran, hay quien no ha podido seguir esperando. Centenares de personas anónimas se han sacado un billete a Grecia y están colaborando con todas las ONG que están desplegadas por el país. «Para ser voluntario no hay que tener mucho dinero. Hay que tener muchas ganas», repiten todos los que están sobre el terreno para recordar al mundo que allí hacen falta muchas manos.
Cruz Roja España ha asistido ya a 625.000 personas y, a lo largo de 2015, Médicos sin Fronteras facilitó atención a más de 100.000 personas entre el Mediterráneo, el Egeo, Grecia, Italia y los Balcanes. Los migrantes se expanden como la pólvora y se han dado de bruces con la incapacidad de la UE para dar una salida a su problema.
Miles de refugiados se han jugado la vida huyendo de la amenza de muerte en sus países y muchos de ellos se han quedado en el camino, la mayoría ahogados. Cruzar el Mediterráneo parecía la mejor opción. Lesbos, un destino preferente. Al menos 7.500 han fallecido tratando de cruzar el Mediterráneo, según datos de Oxfam. Tuvo que morir Aylan en septiembre de 2015 para que la opinión pública pusiera el grito en el cielo pero para los refugiados lo importante era pisar Europa. Después ya verían.
Poner los pies en Grecia parecía una quimera y lo que realmente ha sido es un laberinto. Un laberinto sin salida, que todavía es más desesperante. Han entrado de forma ilegal y no pueden salir. Hay quienes, hartos de esperar, han comprado un billete para volver a su país pero no han podido volar porque no habían entrado por el cauce legal. Legalmente no están allí. Pero están.
El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, llegó a afirmar que esto es «una crisis mundial que necesita una respuesta europea», pero la UE ha celebrado ya seis cumbres sobre migración (entre 2015 y 2016) sin encontrar una solución en firme hasta que llegó el acuerdo entre Bruselas y Ankara. No todos los Estados están dispuestos a ser generosos con los refugiados. La mayoría ni siquiera se compromete con una cifra de posibles acogidos, y otros como Polonia y Hungría han dicho que no cobijarán a ninguno. A esto se une el cierre unilateral de las fronteras y la negativa a cumplir con los compromisos de realojo acordado en un principio.
Todo va lento. Hasta Martin Schulz, el presidente de la Eurocámara, ha sido tajante y ha dicho basta a seguir poniendo parches. «Ha llegado el momento de avanzar en la toma de decisiones», lo que viene a decir que, hasta ahora, no se ha tomado ninguna lo suficientemente vehemente pese a estar hablando de personas que vienen de países en conflicto y que tienen derecho a solicitar asilo para recibir protección internacional.
El acuerdo con Turquía
Schulz también cree que Turquía es el menor de los problemas para los refugiados, y aunque reconoce que hay quien está haciendo negocio de este desastre humanitario, confía en que el tratado firmado entre la UE y Ankara sea el primer desatascador del conflicto. El objetivo, dicen, es mostrar que el viaje legal es más seguro y eficaz que arriesgarse en el mar.
Turquía se juega entrar en el club europeo y, a cambio, se ofrece a readmitir a los sirios que le envíe Grecia mientras los que están en suelo turco sean reubicados en los estados miembros de la UE. Un sirio por otro. Como si fuera un trueque de personas. Pero solo hasta alcanzar la cifra de 72.000. No más.
Sólo en Grecia hay 52.352 bloqueados desde que el 20 de marzo la UE selló el controvertido acuerdo con los turcos. Por estas gestiones –de cuyos costes deberá hacerse cargo Europa– además, Turquía recibirá 6.000 millones de euros hasta 2018 para atender a los refugiados. De momento, 202 ya han sido devueltos allí. Huyeron del infierno para llegar al limbo europeo.
Si la situación ya de por sí es extrema, la lluvia ha anegado el campo de Idomeni. Los charcos reflejan las coloridas tiendas de campaña que contrastan con las lánguidas caras de los refugiados. La frontera con Macedonia sigue cerrada.