La asociación ADIC culminó el lunes su larga travesía para que el lábaro obtenga el reconocimiento oficial del Parlamento. Hace seis años, con el mismo Gobierno PRC/PSOE, la iniciativa fue paralizada bajo la coartada de que la dura crisis no la hacía prioritaria, aunque lo cierto es que los socialistas no eran muy entusiastas. La nueva ofensiva se reactivó el pasado verano, después de las elecciones, y a pesar de que la economía no ha mejorado mucho, el PRC, siempre el partido más sensible con la cuestión identitaria, ha tenido el apoyo de Podemos y esta vez también de su socio, que había dado un paso atrás en la revisión del Estatuto de Autonomía.
La Cámara ha aprobado la versión ‘light’ del lábaro, al que concede valor de símbolo, pero sin el rango de ley que consagra la bandera y el escudo de Cantabria. El PRC ya ha izado el lábaro en los ayuntamientos de El Astillero, Comillas y Arredondo y hará lo propio en buena parte de los 40 municipios, y en las instituciones que gobiernan solos o con el PSOE.
Entre quienes se oponen al lábaro les hay que le niegan rigor histórico como símbolo de Cantabria, en la línea de la investigación de González Echegaray y Casado Soto, pero también los que temen que su aroma nacionalista se extienda y arrincone a la enseña roja y blanca, como ya sucede en la grada joven de los Campos de Sport.
El PP, con algún debate interno previo, y Ciudadanos con toda rotundidad se pronunciaron contra la propuesta regionalista. Unos y otros manejaron el argumento de que la exaltación del lábaro no responde a una demanda social generalizada sino al impulso de un pequeño sector de la sociedad. En todo caso, con 20 votos a favor sobre 35, el reconocimiento del lábaro fue aprobado, pero queda bastante en entredicho. El símbolo para todos los cántabros que se pretende debiera haber alcanzado en el Parlamento –el PRC lo intentó hasta el final– un más alto grado de consenso.