De nuevo en el poder regional después de cuatro años a la intemperie, y por primera vez al frente del escalafón de las alcaldías regionales, propulsado por un Miguel Ángel Revilla en su máxima potencia electoral, el PRC tiene sobradas razones para sentirse afortunado. Pero la alegría nunca es completa. La sordina a la euforia no se la ponen los adversarios del PP, más bien en horas bajas. Se la están poniendo los socios del PSOE, empeñados en apuntarse todo el protagonismo posible en la acción de gobierno, a mayor gloria de su líder, la vicepresidenta del Ejecutivo Eva Díaz Tezanos.
Los regionalistas empezaron por tener dudas sobre el reparto de las áreas del Gobierno, más o menos a partes iguales, cuando ellos ponían 12 diputados y los socialistas solo cinco en el pacto que les devolvería el poder. El ‘mosqueo’ ha ido creciendo con arreglo al despliegue del PSOE, que se ha tomado muy en serio la idea de que su supervivencia pasa porque la popularidad y el vigor mediático de Revilla no los devore como en la anterior etapa.
Ya no es solo que los socialistas dominen la agenda gubernamental en la educación, la sanidad, el medio ambiente, la universidad, la economía o la comunicación, es que han arrancado Sodercán de su hábitat más lógico y funcional, la Consejería de Industria, e intentado capitalizar la acogida de refugiados sin contar con el socio. Hasta en las relaciones exteriores, el PSOE busca el avance, con los sectores profesionales o con el Ayuntamiento de Santander.
También con La Moncloa. Si Revilla había pedido públicamente una cita a Rajoy para pedir el dinero del nuevo Valdecilla y el tren de alta velocidad, Díaz Tezanos hizo lo propio, pero muy discretamente, con Soraya Sáenz de Santamaría, para abordar la reindustrialización del Besaya, sin que ninguno de los dos haya tenido éxito por el momento.
Los regionalistas señalan con sorna que la vicepresidenta socialista se ha animado a competir, incluso, en el peregrinaje por las fiestas y romerías de la región, un terreno de juego en el que el campechano Revilla siempre se ha mostrado imbatible.
Revilla tiende a restar importancia a la hiperactividad y los excesos en el funcionamiento autónomo de los socialistas y los atribuye al tiempo electoral que se les avecina, pero del presidente hacia abajo cunde un cierto nerviosismo. Así que la grey regionalista ha recibido con alivio y satisfacción el alarde de liderazgo y el alto contenido político de la intervención de Revilla, el viernes, en el Foro de El Diario.
El PSOE es plenamente consciente de la inquietud del socio de gobierno y no le disgusta. Lo toma como una prueba de eficacia en su estrategia.
Las turbulencias han penetrado también en el ámbito municipal, después de que el ‘pacto de progreso’ de socialistas y regionalistas para desalojar al PP de muchos ayuntamientos haya funcionado razonablemente bien tras los comicios de mayo. Tanto el PRC como el PSOE aspiran ahora a presidir la Federación de Municipios de Cantabria (FMC) y ambos manejan argumentos fundados.
El recorte del Gobierno de Ignacio Diego a los fondos municipales dio lugar a una crisis interna en la FMC, controlada por el PP. La mayor parte de los alcaldes regionalistas abandonaron la institución municipalista, pero los del PSOE se quedaron a dar la batalla desde dentro.
Con el triunfo electoral y el cambio político, los regionalistas se apresuraron a anunciar su regreso al seno de la FMC, que además quieren presidir por ser el partido con más alcaldías, pero el PSOE también ha dicho que no renuncia a tomar el mando. De hecho, el voto ponderado que rige en la institución da al PSOE una considerable ventaja por ostentar los bastones de mando en la mayor parte de los municipios más poblados de Cantabria.
‘Pero eso es gracias a nosotros’, replican desde el PRC, que acelera en estos días los trámites para que los municipios disidentes se reintegren a la FMC y el partido pueda llegar con toda su potencia a la asamblea en la que se elegirá al nuevo presidente y a los órganos directivos.
PRC y PSOE admiten sus diferencias en la pugna por el protagonismo político, pero tienden a creer que no llegará la sangre al río, que a fin de cuentas mantenerse en el poder está por encima de todo.
Pero más allá de los avatares de la porfía se cierne sobre los contendientes un riesgo compartido: si durante los ocho años de la etapa anterior socialistas y regionalistas tuvieron que soportar la crítica de que no formaban un Gobierno cohesionado, sino dos distintos y con funcionamiento autárquico, ahora puede resultarles más difícil negar la evidencia.
El PP, por supuesto, está a la expectativa, acentúa la magnitud de las fisuras y las aventura todavía más profundas cuando Podemos, el socio exterior que ha favorecido el Gobierno bipartito, empiece a enredar en el tiempo preelectoral y en la delicada negociación de los Presupuestos de Cantabria para 2016.