Sostiene Ignacio Diego que los matrimonios por conveniencia, sin amor ni pasión, como el que se disponen a escenificar PRC y PSOE con Podemos como padrino, tienden a ser perdurables, aunque la debilidad del vínculo les hace siempre estériles y a veces inestables. En eso confía el PP, en que esa inconsistencia haga saltar por los aires al Ejecutivo regional y también alguno de los importantes ayuntamientos en los que se han armado alianzas a tres y cuatro bandas para desalojar del poder a los populares. Turbulencias no van a faltar, en cuanto el nuevo Gobierno sin mayoría (17 diputados de 35) empiece a notar la presión de Podemos para que los Presupuestos den cabida a sus ambiciosas reivindicaciones sociales y quizá en plena campaña para las elecciones generales en las que el partido de Pablo Iglesias se propone disputar al PSOE la hegemonía en la izquierda. Para empezar, un gesto elocuente: Podemos ha dejado a los socialistas fuera de la firma del pacto para la investidura con Miguel Ángel Revilla. Como si los cinco votos del PSOE no contaran.
A Podemos no le ha costado mucho favorecer el cambio de Gobierno, una vez logrado el ‘trofeo’ de López Marcano. Hace solo unos meses sus dirigentes situaban a los tres grandes partidos de Cantabria en la misma ‘casta’. Eso era cuando calculaban hacerse con un 20% de los votos y con siete escaños en el Parlamento, más del doble de lo que han obtenido el 24-M. Así que por el momento se conforman con mandar al PP a la intemperie antes de seguir avanzando.
Porque los tres diputados de Podemos se abstendrán para que Revilla sea investido presidente, pero acto continuo se instalarán en la oposición al Gobierno. «Una oposición muy visible», anticipa su número uno, José Ramón Blanco.
La presión de Podemos al Gobierno tendrá un discurso social muy claro: medidas contra los desahucios y los cortes de suministro de agua y electricidad, renta social básica sin recortes, atención sanitaria a los extranjeros, teleasistencia gratuita, seguridad social para cuidadores… En definitiva, un aumento considerable del gasto. Unos 160 millones de euros. Con la deuda disparada hasta los 2.500 millones, más que el Presupuesto de la comunidad, con las límitaciones impuestas por Madrid y Bruselas, ¿de dónde llegaría el dinero para ese rescate social? De los impuestos, naturalmente. Podemos no engaña: una reforma fiscal de intensidad progresiva «que asegure la sostenibilidad del Estado del Bienestar y la redistribución de la renta y de la riqueza», con la presión enfocada hacia las clases más altas, el 10% de la población, calculan.
PRC y PSOE aún no han formado Gobierno y no quieren ponerse el parche antes que la herida, pero intuyen que este será el escenario que les planteará Podemos cuando toque hacer las cuentas del Presupuesto y presentarlo en el Parlamento, obligatoriamente antes del 31 de octubre. O sea, en plena campaña de las elecciones generales si Rajoy se decide a agotar la legislatura en noviembre.
El PRC se lo toma con una cierta tranquilidad. Para empezar, los regionalistas no prevén concurrir a las generales esta vez. La ejecutiva no ha abordado el tema todavía, pero tras el fiasco de 2011, con el partido reinstalado en el poder y Revilla en la presidencia, ni ven la ganancia en esta próxima cita con las urnas, ni tienen otro candidato fiable que no sea su líder ni tampoco les sobra el dinero para una nueva campaña.
Por otra parte, el PRC ha salido razonablemente satisfecho del clima dialogante y de los resultados de la negociación con Podemos y confían en que el tránsito del nuevo partido desde la utopía a la realidad siga avanzando en la buena dirección. Por ejemplo, que sepa dosificar en el tiempo sus exigencias de gasto social en el trascendental debate presupuestario.
En el PSOE subrayan las abundantes coincidencias programáticas con Podemos constatadas en las negociaciones, y hasta restan importancia al ninguneo sufrido en la firma del pacto de investidura. Pero saben que el tiempo electoral contaminará la acción de Gobierno y el debate político y que Podemos se propone machacarles en las urnas. Así de claro. Mientras Pedro Sánchez, en una maniobra de gran riesgo, alienta los pactos con Podemos, otras voces socialistas de peso, desde Felipe González a Susana Díaz, ya han advertido a su partido que no puede esperar nada bueno de esa relación.
PRC y PSOE eligieron pronto a Podemos para negociar y descartaron a Ciudadanos, aunque con sus dos diputados también les salían las cuentas para la investidura de Revilla. A los regionalistas les pareció que la gente de Albert Rivera era inflexible, dogmática, en sus exigencias de ‘regeneración democrática’ y los socialistas ya no quisieron saber más del partido naranja en cuanto se mostró dispuesto a mantener a Íñigo de la Serna en la Alcaldía de Santander. A Ciudadanos les ha extrañado el poco interés por hablar con ellos y no les falta un punto de razón: su ideario político de centro sería más coincidente con el de los socios de Gobierno y seguramente menos problemático a lo largo del tiempo que los planteamientos radicales de Podemos. Pero los negociadores de PRC y PSOE aparcan por el momento esas cábalas y sentencian con mucha flema: «Eso nunca se sabe».