Hace cuatro años por estas fechas todo era mucho más sencillo. Las elecciones se iban a jugar a suerte o a muerte, ajustados al 20-19 los pronósticos de última hora para los 39 diputados del Parlamento de Cantabria: o la difícil mayoría para un PP subido en el ‘tsunami’ o cuatro años más en el Gobierno regional para la coalición PRC/PSOE. Todo ha cambiado ahora. Con los cinco partidos que se prevén en una Cámara reducida a 35 escaños, la mayoría se ve lejana para los populares, pero también para la alianza de regionalistas y socialistas. Las cábalas sobre pactos se disparan. Nadie se fía de nadie. Desde la noche del 24-M, lo esencial será buscar la fórmula que garantice el poder, luego sus beneficiarios se encargarán de vestirla de razones y hacerla presentable.
El PP de Cantabria no para de recibir malas noticias del exterior: la sonora derrota en Andalucía, los inquietantes augurios en Madrid y en el País Valenciano, las hostilidades subterráneas desatadas en la cúpula, lo de Rato, lo de Trillo y lo que venga. Una secuencia que para los más pesimistas del partido sugiere un oscuro paisaje de fin de ciclo y que hasta los más prudentes interpretan como una crisis muy importante.
Pero el PP confía en su fuerza en Cantabria, tantas veces acreditada en las urnas. No le alcanzará para repetir la mayoría absoluta, pero no tiene dudas de que será otra vez, y de largo, el partido más votado. «No somos perfectos, pero sí la mejor opción», reza el discurso electoral pleno de modestia adoptado por Ignacio Diego y los suyos, que invocan la sociedad PRC/PSOE reforzada por los chavistas/comunistas de Podemos como única y temible alternativa de gobierno.
Una demostración de ese ‘frente antipopular’ sería la manifestación de ayer en Santander. La llamada a la convergencia de algunos conflictos y reivindicaciones vigentes y otros ‘recalentados’ para la ocasión: los movimientos vecinales que el alcalde Íñigo de la Serna, agrupa en la ‘plataformitis’, la defensa de la enseñanza y la sanidad públicas, el nuevo Valdecilla, el fracking, los desahucios o Sniace, con los sindicatos de izquierda, grupos ecologistas, PRC, PSOE, IU, Podemos… marchando juntos en la antesala del Primero de Mayo. En efecto, todos pueden señalar un enemigo político compartido, el PP, pero luego cada cual tendrá que pelear los votos y tomar sus propias decisiones.
Muy significativamente, Ciudadanos no ha figurado entre las siglas adheridas a la protesta. Su candidato autonómico, Rubén Gómez, el jueves aún no sabía nada de la movilización ni había sido invitado a participar. Será quizá que los convocantes ya han encasillado a este partido en el espectro político de la derecha y no lo ven como compañero de viaje.
Bien, quizá Ciudadanos técnicamente no forme parte del frente contra el PP, pero de momento es el que más votos le está birlando, según los sondeos y la opinión generalizada. Está por ver si el competidor de hoy será el que mañana facilite la gobernación del PP en Cantabria, aunque Albert Rivera no quiera tomar riesgos antes de enfrentar el objetivo esencial de las elecciones generales.
El panorama es otro, pero los observadores más avezados recuerdan estos días lo que sucedió en Cantabria en las elecciones autonómicas de 1991. El centro-derecha se dividió entre el PP y la UPCA de Juan Hormaechea. Cuando se reconciliaron después de las urnas sumaron 21 diputados. Nunca antes habían llegado tan alto ni después tampoco.
También Pablo Iglesias tiene como meta las elecciones generales y es difícil anticipar cuál será su doctrina para Cantabria tras el 24-M, y más tras la confusión con la que se están moviendo en Andalucía. El PRC de Miguel Ángel Revilla y el PSOE de Eva Díaz Tezanos exhiben sus reservas sobre una hipotética alianza con los radicales de Podemos, y desde luego preferirían que no les hicieran falta para sumar los 18 escaños de la mayoría, pero tampoco los descartan de plano. Se agarran ambos a lo que proclamaba Julio Anguita, que los acuerdos dependerán de los programas. Todo sería negociable, con Podemos y/o con Ciudadanos, si se ponen a tiro.
Pero hay más opciones de pacto. Por ejemplo, en el PSOE está instalada la idea, la desconfianza, el temor, de que el PRC llegue a pactar con el PP como ya sucedió durante el periodo 1995-2003.
La tesis socialista es que si Revilla no triunfa en el empeño de volver a ser presidente del Gobierno regional, el PRC no querrá estar más tiempo a la intemperie de la oposición. La presión más fuerte llegará desde la periferia, de sus alcaldes y de los concejales de los municipios, muchos de ellos importantes, en que los regionalistas han facilitado los gobiernos populares en esta legislatura.
Ignacio Diego y la cúpula del PP no quisieran dar oxígeno a su principal adversario, pero si no hay otra opción mejor para mantenerse en el poder… ¿Que la convivencia entre Diego y Revilla es imposible? Eso también tendría solución, apuntan los socialistas suspicaces. Por ejemplo, con el líder del PRC instalado como senador autonómico en Madrid, cerca de los platós de televisión donde tan a gusto se encuentra.