Miguel Ángel Revilla y Julio Bartolomé, los dos diputados más veteranos del Parlamento de Cantabria, bromeaban esperando el ascensor en una pausa de la sesión plenaria del lunes pasado en el viejo Hospital de San Rafael. Bartolomé no repetirá en la candidatura para las autonómicas del PP y a sus 73 años juzga terminado su ciclo en la política activa. «Revilla es el único que quiere que yo siga para no quedarse él como el más viejo de la Cámara», decía Bartolomé, lo cual, dicho sea de paso, sonaba a sutil ironía sobre lo reñida que se ha puesto la competencia por los menguantes huecos en las listas. «Tienes que quedarte –replicaba el líder del PRC, un año más joven– porque así me evitarás el lío de estar moviéndome desde la mesa de edad para la constitución del Parlamento hasta el escaño del presidente del Gobierno en la investidura».
Un rasgo de humor y también de optimismo de Revilla, de los que añoran por momentos las huestes regionalistas a dos meses y medio de las elecciones, más inciertas que nunca y las últimas en las que podrán contar con su gran líder. Ya no es que el PP vea, o quiera ver, apagados a Revilla y al PRC. También en el propio partido se detectan signos de inquietud. Por la escasa presencia de Revilla en la región y por los conflictos y tensiones que han ido emergiendo en Castro Urdiales, Laredo, Guriezo o Torrelavega, que en algún caso también han afectado a la cohesión entre los dirigentes.
Son tiempos difíciles para un partido que afronta sus primeros comicios autonómicos y locales desde la desapacible oposición, luego de 16 confortables años en el poder, primero con el PP y luego con el PSOE. Por eso Revilla y su círculo más cercano ponderan lo valioso que resulta para el PRC la intensa promoción exterior de su líder, a través de los libros y la televisión. Porque compensa la visibilidad perdida cuando dejó de ser el presidente del Gobierno regional. Esa es la ecuación que manejan: cada aparición televisiva de Revilla es un plus de popularidad en Cantabria.
La cúpula del PRC emite un mensaje tranquilizador: Revilla está en plena forma y el partido encuentra cada vez mayor receptividad en el cuerpo electoral. El propio candidato se dice preparado para dar «cuatro o cinco mítines diarios en la campaña» y para ser el más votado en mayo. Si las encuestas de los rivales ya les concedían hace semanas hasta 10/11 diputados, ahora están a la espera de la suya propia, que con toda seguridad será más generosa.
El PRC se propone presentar listas en los 102 municipios de Cantabria y la candidatura autonómica se aprobará en abril. Como siempre, a propuesta de Revilla, aunque esta vez se notará el peso del reforzado número dos, Rafael de la Sierra. La idea básica es que habrá una cierta renovación respecto a 2011, pero no una revolución.
Los dos grandes partidos nacionales tienen identificados a los partidos emergentes que les amenazan: Ciudadanos acecha desde hace poco al PP y Podemos con más fuerza al PSOE y a toda la izquierda. No hay muchos datos, pero no es descartable que esta erosión afecte también al PRC, el segundo partido de Cantabria, con 100.000 votos en 2007 y en 2011.
El PP confía en que su primer adversario pierda, incluso por los dos lados. Los regionalistas vislumbran a Podemos en el Parlamento, pero confían en no dejar muchas plumas. En primer lugar, porque también ellos prevén beneficiarse del desgaste del PP en el Gobierno. En segundo término, porque el discurso de denuncia del sistema es también el de Revilla. Y finalmente, porque en el medio rural donde el regionalismo tiene su más potente implantación no ven como un fiero enemigo al partido de Pablo Iglesias. El único trasvase fehaciente a Podemos –señalan no sin ironía en el PRC– es el de su secretario general en Cantabria, José Ramón Blanco, que llega a su alto cargo desde el puesto número 8 de la candidatura regionalista en Rionansa en 2011.
En Santander y Torrelavega se juegan cerca de la mitad de los votos de Cantabria. El PRC maneja buenas expectativas en la capital del Besaya. Tiene un partido potente y un nuevo candidato, Javier López Estrada, hijo del líder local del partido, Francisco Javier López Marcano. Esa relación paterno-filial se va a convertir –se ha convertido ya– en uno de los focos dialécticos de la campaña. Al PRC eso no le gusta, naturalmente, pero tampoco le coge por sorpresa. Una apuesta de riesgo.
Santander nunca fue un feudo propicio para el regionalismo ni para Revilla y esta vez emergen más dudas que nunca. El candidato, José María Fuentes-Pila, no tendrá fácil poner en valor un mensaje propio y diferenciado entre el espacio dominante de Íñigo de la Serna y el PP, y el que transitan enfrente, unas veces juntos y otras separados, el PSOE, Izquierda Unida, Podemos, los movimientos vecinales…
El PRC ha intentado en las dos últimas citas electorales presentar en la capital un discurso político diferente, más cosmopolita, más sofisticado en sus propuestas urbanas que el ideario básico y campechano que Revilla lleva a los pueblos o a la tele. Los resultados en la capital han sido desiguales, de más a menos, pero siempre peores que en las autonómicas. Santander es la eterna decepción del PRC.