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Jesús Serrera

A Capella

El PRC pone a prueba su cohesión

 

 

Cuando el 22 de mayo de 2011 las urnas desalojaron del poder al PRC y a Miguel Ángel Revilla, después de 16 años gobernando en coalición, la mitad con el PP y la otra mitad con el PSOE, la gran amenaza que se cernía sobre el regionalismo era que la derrota hiciese saltar por los aires su poderosa armazón municipal. Que la expansión del partido logrado al calor del ‘maná’ de Puertochico hasta hacerse con casi la tercera parte de los alcaldes de Cantabria se desinflase a gran velocidad con buena parte de los regidores huyendo en busca del afecto del ‘nuevo régimen’ popular para eludir la intemperie. Cuando Ignacio Diego dedicó su primera visita, como presidente electo por la mayoría absoluta del PP, a José Antonio González Linares, la ‘superestrella’ municipal del PRC –11 concejales de 11 en San Felices de Buelna–, un escalofrío sacudió la espina dorsal del aparato regionalista.
Fue ese temor a la desbandada lo que aconsejó al PRC manejar con prudencia y ‘rienda larga’ la situación y otorgar a sus representantes locales libertad para establecer los pactos de gobierno que juzgasen pertinentes. Así fue como el PRC dejó que el PP pasara a gobernar en minoría una docena de ayuntamientos que alojan a casi un tercio de la población de Cantabria y así fue como rechazó la oferta del PSOE para un ‘pacto de progreso’ municipal que incluía a Torrelavega, hasta que dos años y medio después ambos partidos pactaron la moción de censura contra el popular Ildefonso Calderón. El hecho cierto es que la temida deserción de alcaldes del PRC hacia el PP no se ha producido, no al menos hasta la fecha. Si por efecto de la crisis el Gobierno del PP ni siquiera tiene contentos a sus casi 60 regidores, como para ir a convencer a los ajenos.
No, las turbulencias en el regionalismo tienen un origen  interno, como las que se han producido estos días con el abandono encadenado de un destacado concejal en Santander, Paco Sierra, y de una diputada regional, Conchi Solanas, miembros los dos de la generación llamada a tomar el relevo de la actual cúpula del PRC. Lo de Sierra se venía venir hace más de tres años, desde que tiró la toalla al ser relegado en el liderazgo de la capital en favor de José María Fuentes-Pila para las elecciones de 2011, una polémica decisión apoyada por la dirección del PRC.
Las razones de Solanas, diputada por expreso deseo de Revilla, son más borrosas: una cierta soledad y desconexión en lo ideológico que, en fin, nunca ha sido el fuerte del PRC. Ella se duele de haber sido ‘ninguneada’ en sus reivindicaciones socio-sanitarias y el partido le reprocha su escasa productividad en la oposición al Gobierno, comparada con la de otros compañeros de bancada, en un informe que maneja estos días el grupo parlamentario regionalista.
Sierra y Solanas han constatado esta semana, en persona y en las redes sociales, el apoyo de sus amigos y hasta el de los enemigos de Bernardo Colsa, referente de un amplio sector del racinguismo y eventual sucesor de Sierra en el Ayuntamiento de Santander. También el respeto del PSOE y, desde luego, el regocijo del PP, que celebra las disensiones regionalistas. El futuro de los dimisionarios no está muy claro en ese ‘carrusel’ de personas y siglas en busca de espacio mediático y de un lugar en la política y/o los movimientos sociales que en estos tiempos preelectorales giran a derecha e izquierda por fuera del arco parlamentario de Cantabria.
A su vez, Colsa se está pensando el ‘caramelo envenenado’ que le deja su fraternal enemigo Sierra: la duda de si entrar ahora en la Corporación santanderina podría contaminarle aún más: esa idea extendida de que su actividad en torno al Racing y el puesto de gerente de la Fundación van mezclados con su vocación política al servicio del regionalismo. Por lo demás, Bernardo Colsa preferiría ocupar un puesto en la lista del PRC al Parlamento dentro de siete meses.
La incógnita a despejar en el PRC es si el adiós de Sierra y Solanas no es más que la simple consecuencia de sus expectativas personales defraudadas y la subsiguiente intención de hacer daño al partido en el tiempo preelectoral –como sostiene la dirección regionalista– o es un síntoma de algo más grave. Si la larga crisis interna en Santander, la división en Laredo, las víctimas del humillante asalto al partido en Castro, la purga del alcalde de Guriezo o la ‘espantá’ del de Selaya son episodios inconexos y poco relevantes, o si el edificio regionalista y su pilar esencial, Revilla, comienzan a acusar la ‘fatiga de materiales’.
Los dirigentes regionales prefieren creer y propagar la versión más edulcorada, pero la preocupación es evidente, pues no ignoran que las fracturas internas suelen pasar factura. También lo sabe Revilla, que ahora pasa menos tiempo en los platós de televisión y más recorriendo los escenarios regionales donde siempre han estado sus ‘caladeros’ de votos.
Dentro de dos meses, el PRC tiene la oportunidad de exhibir su pujanza y cohesión interna, y el vigor del liderazgo de Revilla, en el congreso regional. Aunque la verdadera prueba, claro, aguarda en la cita electoral de mayo.

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Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, sin acompañamiento instrumental

Sobre el autor

Bilbao. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco. En El Diario Montañés desde 1982. Subdirector. Sobre este blog: Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, pero sin acompañamiento instrumental. Se agradecen las sugerencias para mejorar el repertorio.


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