Don Alfredo veraneó toda la vida en San Sebastián por su afición a las carreras de caballos, pero le gustaba dejarse caer por Santander de vez en cuando para ver a sus amigos madridistas. Paraban en el bar ‘Celis’, en Puertochico, a tomar el blanco y las rabas: Marquitos, Pachín. Vicente Miera, alguna vez Paco Gento… Todos peinaban canas ya, pero don Alfredo seguía siendo el jefe y todos le adoraban. Él les había llevado consigo a la gloria del fútbol, de modo que Marquitos podía presentarse en sociedad con su gracejo habitual: ‘Hola, soy Marcos Alonso, aquí donde me ves, cinco Copas de Europa seguidas’.

Di Stéfano tenía, ya se sabe, un carácter bastante arisco, pero como tantas veces los buenos oficios del fotógrafo Manolo Bustamante ante Marquitos propiciaron la entrevista. ‘Saeta, ¿puedes atender cinco minutos a estos amigos?’.

Pues sería por agradar a su viejo compañero, pero don Alfredo habló largo y tendido. De su infancia y juventud en el barrio porteño de Barracas, fronterizo con la Boca, aunque él, por entonces conocido como ‘El Alemán’, siguió los pasos de su padre en el eterno rival, los ‘millonarios’ de River Plate. Habló de su querido Huracán, de su única temporada completa en River –campeón y máximo goleador- con la legendaria ‘Máquina’ de los Carrizo, Pipo Rossi, Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. ‘Ustedes dicen que he sido el mejor –insistía a los periodistas-, pero eso es porque no vieron jugar a Moreno’.

La huelga del fútbol argentino le llevó a Colombia antes de la pugna desatada entre Real Madrid y Barcelona por ficharle, con la intervención del régimen franquista y el resultado bien conocido: el equipo blanco, convertido en el mejor de la historia por la determinación de Santiago Bernabéu y bajo la batuta de la ‘Saeta Rubia’.

La leyenda quiere que el jovencísimo Francisco Gento, que había llegado al Bernabéu para recorrer como una centella la banda del Bernabéu, alarmó a Di Stefano, que tomó medidas con Puskas: ‘Pancho, no se la des más al chaval de Santander porque nos va a matar a carreras’. Dicen también que Gento aprendió a marcar la pausa y a explotar su velocidad en el momento justo bajo el magisterio futbolístico del genial ‘9’ del Madrid. Don Alfredo se negaba a confirmar ni una cosa ni la otra y simplemente sentenciaba: ‘Paco Gento ha sido el mejor extremo del mundo’.

Di Stéfano ha disfrutado de una memoria prodigiosa hasta el final. Cada triunfo y cada fracaso, cada gol, los pormenores de múltiples anécdotas y hasta de su secuestro en Caracas.  Recordaba muy bien, por ejemplo, su debut oficial en el Real Madrid, frente a un gran Racing de Santander en el Bernabéu. Una victoria por 4-2  muy trabajada con un gol suyo, de cabeza. Aquel día reconoció también la clase extraordinaria de un rival: ‘Alsúa era una maravilla’.

Don Alfredo recordaba partidos buenos y malos en los viejos Campos de Sport del Sardinero y hasta la ‘enganchada’ con un cura que le arreó un paraguazo al ir a sacar un fuera de banda. Laureano Ruiz, ilustre barcelonista, pero también rendido admirador de la ‘Saeta Rubia’, le recuerda, ya retirado, jugando alguna ‘pachanguita’ en las playas santanderinas.

Cuando aquella entrevista en el ‘Celis’, el Madrid se paseaba por la Liga española y peleaba por la séptima Copa de Europa, con buena parte de la ‘quinta del buitre’ que Di Stéfano había contribuido a crear. ¿Hay algún futbolista en este equipo que se parezca a Di Stéfano?, preguntó el periodista. Don Alfredo lo dejó correr, cambió de tercio y ponderó las bondades del grupo, como predicó toda su vida. ‘Lo importante es el equipo, los jugadores están para el equipo’. Pero había que insistir: ¿Hay algún otro Di Stéfano en este Madrid?. Esta vez don Alfredo hizo un largo silencio y fulminó con la mirada al entrevistador.  ‘No, no hay ningún otro Di Stéfano’, contestó por fin muy seco y regresó con sus amigos. Con su equipo.