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Jesús Serrera

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La difícil unidad de la izquierda

 

 

 

 

‘Un trotskista es un partido, dos trotskistas son un partido y una corriente, si son tres, hay un partido, una corriente y una escisión, cuatro forman la Cuarta Internacional, si hay cinco juntos… nunca se ha dado el caso’. El viejo chiste sobre la tendencia a la división en la izquierda, que es casi un subgénero del humor, refleja una tradición que viene desde la Primera Internacional, allá por el último tercio del siglo XIX. En los 28 años de la coalición IU la ruptura interna ha sido una constante, en España y en Cantabria. También ahora, con un grupo disidente en su seno y los escindidos de ACPT en Torrelavega. Podemos presenta los mismos síntomas desde el minuto siguiente a su potente estreno en las urnas. La unidad daría seguramente a la izquierda radical un papel decisivo en la política regional, pero la historia demuestra la dificultad de esa idea. Una fotografía del paisaje: en la reciente asamblea contra el proyecto del centro de emprendedores de Torrelavega participaron hasta seis partidos situados a la izquierda del PSOE.
Podemos e Izquierda Unida acaban de recoger casi 20.000 votos cada uno en las urnas de Cantabria en los comicios europeos, en torno al 9% del total. El desafío es mantener esa pujanza en las autonómicas y municipales de 2015 y alcanzar el umbral del 5%  necesario para tener representación parlamentaria. Dentro de once meses serán otros el índice de participación, la fuerza movilizadora de los tres grandes partidos –PP, PRC y PSOE– y también los criterios de los electores. En 1995, IU necesitó 23.500 votos (7,63%) para ocupar tres escaños en el Parlamento regional por primera y única vez.
La unidad de ambos partidos aumentaría las expectativas, naturalmente. Sus representantes exploran la idea mientras marchan juntos, arropados por la bandera tricolor en la reivindicación republicana. Hay bastante coincidencia generacional y una historia compartida de movilización ciudadana, lo cual propicia un cierto grado de confianza para la interlocución. Pero hasta ahí.
Porque también hay diferencias sustanciales, por ejemplo en el modelo orgánico. IU adopta muchas de las estructuras y códigos jerárquicos de los partidos clásicos, mientras que Podemos mantiene el carácter asambleario del 15-M, en torno a sus ‘círculos’ sociales-profesionales. Para empezar, el partido que lidera Pablo Iglesias rehuye el tradicional alineamiento izquierda-derecha; su discurso defiende la soberanía popular frente a los poderes del sistema, lo que llaman la ‘casta’, en la que incluyen a los partidos convencionales. También en cierta medida a IU, donde han captado votos.
Alcanzar representación parlamentaria no parece factible sin implantación municipal. IU dispone ya de una modesta estructura, con nueve concejales y trece asambleas locales. Su coordinador, Jorge Crespo, constata un espectacular aumento de la afiliación –un 32%, frente al 10% previsto– y garantiza listas electorales en los 40 municipios más poblados. Asegura que la presencia de IU en el Parlamento de Cantabria, solos o acompañados, «es ya es un hecho». Crespo es uno de los dirigentes territoriales firmantes de un manifiesto que pide un cambio de rumbo en IU hacia postulados que evocan los que han hecho triunfar a Podemos.
Podemos trabaja en la expansión de los círculos a los barrios de Santander y a otros municipios y, de momento, no hace planes para las elecciones de 2015. Admiten que la alianza con IU puede ser una opción, pero ya se verá: «En política no siempre dos y dos suman cuatro», dice Marcos Martínez, un portavoz del grupo en Santander.
¿Y si la izquierda, junta o dividida, entra en el Parlamento de Cantabria y se hace con la llave de la gobernabilidad? El pronóstico es incierto. IU ha pasado tres veces por ese trance y ha hecho tres cosas distintas: En Asturias apoyó al PSOE, pero no entró al Gobierno, en Andalucía sí está en la Junta con los socialistas y en Extremadura propició el poder del PP. «Cuando llegue el momento, las bases decidirán», dice Crespo.
Los de Podemos no hacen cábalas, pero ya anticipan que no se ven como compañeros de viaje «ni del PP, ni del PSOE, ni del PRC».
Los tres grandes partidos observan el empuje de la izquierda radical desde perspectivas diferentes. El PP ha consagrado la doctrina de que su castigo en las europeas ha sido el de la abstención, no el del voto a los partidos pequeños; y es más, sus dirigentes apuestan a que la izquierda radical no logrará representación en el principal núcleo urbano, Santander.
Los socialistas le ponen una vela a Dios y otra al diablo. Saben que Podemos son sus enemigos,  como comprobaron en los ‘escraches’ de la campaña electoral europea, más contundentes contra ellos que contra el PP. Pero quizá sea posible compartir alguna fórmula para derrotar al PP y regresar al poder.
Miguel Ángel Revilla va todavía más lejos. En realidad, no les quiere para socios de gobierno de ninguna manera, pero no deja de guiñarles el ojo con su flamante discurso antisistema. «Comparto el 80% del programa de Podemos», declara con arrojo, en contra de lo que seguramente opina la mayor parte de sus votantes. Los dirigentes regionalistas mueven la cabeza y murmuran condescendientes: ‘¡Ay!, las cosas de Revilla!’.

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Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, sin acompañamiento instrumental

Sobre el autor

Bilbao. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco. En El Diario Montañés desde 1982. Subdirector. Sobre este blog: Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, pero sin acompañamiento instrumental. Se agradecen las sugerencias para mejorar el repertorio.


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