Extinction (extinción)
Coproducción. 2015. 110 m. (16). Terror. Director: Miguel Ángel Vivas. Intérpretes: Matthew Fox, Jeffrey Donovan, Ahna O’Reilly, Clara Lago. Cinesa y Peñacastillo
¿Estamos ante una película de zombis? Pues sí. ¿Se podría hablar de sublimación de cierto terror psicológico? Pues también. Lo cierto es que ‘Extinción’, pese a su vocación de género, trata de escapar sutilmente entre más de una metáfora política, de la etiqueta y del vocabulario de manual. Para ello genera cierta atmósfera de parábola finalista en la que asoman la soledad, lo diferente y lo prohibido como acotaciones de la condición humana en un tiempo de supervivencia. Pero a Miguel Angel Vivas, que demuestra tener talento, no le sale el suficiente aliento vital entre tanto olor a muerto como para resucitar el subgénero o imprimir una muesca en un territorio que volvió a ponerse de pie con la ‘Guerra Mundial Z’ de Brad Pitt.
Al cineasta español, apoyado en la producción de Jaume Collet-Serra, le faltan medios, un empaque visual más intenso y un guión que ate las costuras de una historia que arranca con prometedora y casi fascinante decisión y se diluye hasta estancarse. Su alumbramiento es impresionante. Un autobús, claustrofobia, uso de la elipsis y juego con las situaciones límite en escasos minutos. Pero hasta ahí. Después este filme de reparto internacional, con Matthew Fox a la cabeza, se torna confuso, desorienta no por atmósfera sino por falta de brújula narrativa y escaso poder de convicción. La cercanía de la muerte, un trío de personajes que escapa de los tópicos y los escenarios apocalípticos propiciaban algo más que esta cámara oscura que muchas veces solo se salva por la mirada de la niña.
Vivas, cineasta de ‘Reflejos’ y ‘El hombre del saco’, no logra exprimir sus buenas intenciones a esa relación, extraña y forzada convivencia entre dos adultos y una niña, metafóricamente el lugar del verdadero terror de la condición humana en esta cinta desmayada. En ‘Extinción’, que padece también cierta morosidad, interesa así más lo que no se cuenta, mientras que las incógnitas del pasado, la raíz infecciosa del apocalipsis y el miedo se limitan a hacer acto de aparición como invitados forzados de una trama que nunca traspasa la apariencia. El logrado ambiente gélido parece contagiar el devenir de las situaciones y el filme de Vivas se empapa de cierta decepción. Su extrañeza no contagia, el elogio de la diferencia no termina de extrañarse y la glaciación parece apropiarse de la posible empatía.
La propia aparición del personaje de Clara Lago se antoja anécdota caprichosa. Y todos nos volvemos un poco zombies de apellidos vascos esperando que salte un resorte y explote el horror sobre la superficie helada del paisaje y de la pantalla. La propia huida hacia adelante de Vivas, absolutamente elogiable, se muestra tímida por su escasa garra. Con elegante cordura formal el cineasta de ‘Secuestrados’ elude clichés pero va cayendo en la trampa del desequilibrio y ese western que subyace en el interior de la historia se dispara a la cabeza antes de mostrar algo de corazón.