Animal de fondo
Grecia. 2015. 118 m. (16). Comedia. Director: Yorgos Lanthimos. Intérpretes: Colin Farrell, Rachel Weisz, John C. Reilly, Léa Seydoux. Salas: Groucho
Tiene algo de golpe seco, inesperado e inquietante. Empujón o puñalada, bofetada o pesadilla. El griego Yorgos Lanthimos se ha propuesto convertirse en una especie de pepito grillo de la Europa que se mira las vísceras de la crisis. Arropado por un reparto de excelencia, la primera aventura en inglés del director de ‘Canino’ es una fábula distópica de humanos amenazados con la posibilidad de ser convertidos en animales, y criaturas que persiguen su animal de fondo. Contundente, sin giros ni metáforas superfluas, el cineasta traza un cruel relato sobre la necesidad y la importancia de amar y la soledad y los miedos más primarios y primitivos. En su sociedad futura, quizás no tanto, donde conviven ciudades vigiladas y vigilantes, prohibiciones, obligaciones o y restricciones sobre la vida en solitario o en pareja, hoteles balneario a modo de prisiones, este Gran Hermano ácido, satírico y, en ocasiones demoledor apenas deja resquicios para la esperanza.
Entre lo naif y cortante, el cineasta de ‘Alps’ hace del humor una guadaña afilada e implacable, apoyada en una mirada muy lúcida sobre la búsqueda de la media naranja (langosta), y la reflexión sobre el amor total , superficial, profundo o inane. Pese a la lógica irregularidad que late en la arriesgada pirueta de la fábula y sobrada de minutos en su tramo final, la apuesta de Lanthimos certifica la personalidad visual de su cine. Entre el absurdo, cierto deje surreal, el acento buñuelesco y muchas ganas de perturbar, su filme es un lúdico, tortuoso y retorcido itinerario moral. Desconcertante unas, manipuladora otras, su historia de hombres y mujeres solos que compiten de forma letal por conseguir una pareja se edifica sobre un pequeño microcosmos asfixiante, cerrado, claustrofóbico, que recuerda algunas atmósferas del Pasolini de ‘Saló’. El problema medular de ‘Langosta’ es que Lanthimos posa su onírica construcción en dos escenarios opuestos, el artificial y sofisticado de un hotel y el natural de un bosque. Y en este segundo su apuesta se diluye, sus ganas de contar se revelan más endebles y la fábula se estira y se antoja más cansina. Y, sin embargo, prevalece el atractivo hermetismo frente a la capa de pedantería que subyace en sus amagos por clausurar la historia de modo tan rotundo como imposible.
Colin Farrell, excelente, encabeza esta gramática del absurdo, un vocabulario sobre el fracaso del amor y los sentimientos codificados por reglas y normas, entre arrebatos violentos de humor y mala digestión que recuerdan al humor de Kaurismaki. Cuando lo perverso y tierno conviven en jocosa colisión, rechazo y seducción, ‘Langosta’ se postula como una deliciosa disección de la carne y la entraña de la cocina del amor. Un poema truncado como la vida. Un relato antropológico para dejarse llevar pensando. O un plato de humor negro sobre la imposibilidad de amar. Abran los ojos aunque el amor sea ciego y a veces ni siquiera nos miremos.