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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Ocho apellidos catalanes

Cuando más es menos

España. 2015. 100 m. (7). Comedia. Director: Emilio Martínez-Lázaro. Intérpretes: Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Berto Romero, Belén Cuesta, Rosa María Sardàa. Salas: Cinesa y Peñacastillo

El humor otorga independencia. El tópico no te concede ni el derecho a decidir. ‘Ocho apellidos catalanes’, al margen de la obvia vocación de estrujar la teta de la vaca de su precedente vascoandaluz convertido en fenómeno viral, venal, con red y sin ella, padece y transmite la ansiedad de una continuación (más bien prótesis) apresurada. Esta, muy esperada por la taquilla, segunda entrega resulta artificial y sintética, atorada y con escasos momentos de lucidez. Ex-pañolada periférica y soberanista, melosa y vulgar, apenas saca partido de la inesperada frescura ocasional de su primer título.

Su principal defecto es que, a veces, desprende el aire de parecer el episodio fundacional de una futura ‘Aquí no hay quien viva’ federalista con vecinos arrojándose apellidos y raíces, y amores y desamores apelando al cosmopolitismo de su inmenso abrazo universal. La ligereza y frivolidad es una de las señas de identidad de las comedias más ácidas de la historia, factores que nunca están reñidos con miradas más profundas ni con un sentido coherente del humor. Deslavazada, la nueva cinta de Emilio Martínez Lázaro duda entre avanzar atada a su pasado efervescente y periférico, o aventurarse en las descomposiciones estatales. Lo cierto es que la realidad, al menos la actualidad, ha ido más acelerada y se ha postulado más desternillante que este guión de urgencia. Aquí más (Artur of course) es menos.

En lo cinematográfico el esquema vuelve a repetirse a pelo y sin sonrojo. Y lo paradójico es que precisamente la escasa novedad, ese novio catalán y su catalanísima abuela son el verdadero do de pecho de la secuela. Karra Elejalde, siempre una garantía como Machi, defiende lo imposible al encarnar a un Koldo que sí merecería una serie como generador de vicisitudes y colisiones españolistas siglo XXI. Y Dani Rovira y Clara Lago repiten como dos gotas de agua su juego de pareja dentro y fuera de pantalla. La obsesión por los enlaces matrimoniales –el de bodas es un auténtico subgénero en la comedia española de los últimos años – mediatiza en exceso el discurso narrativo de esta secuela, desaprovechando la médula espinal de su antecedente: las vueltas de tuerca a las caricaturas y estereotipos, la chispa espontánea, la coyuntura política.

Rosa María Sardá es la verdadera jefa del clan satírico. Su papel es un caramelo de crema catalana que va desenvolviendo con mimo y da empaque a una historia endeble sin mordiente ni amago de transgresión. El ritmo es abrupto, algo imperdonable en el canon del género, y el enredo asoma facilón y exento de factor sorpresa. Se busca y se da prioridad a exprimir el pasado y a extorsionar la ficción. Lo coral es ruido. La comicidad se diluye en los polvos del éxito. Solo hay que desear que algunos eviten el centralismo taquillero y eludan convertir a la criatura en un culebrón genealógico de paseo por todas las autonosuyas.

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Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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