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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Yo no te pido la luna

«Yo no te pido la luna», dijo ayer Rajoy, arrancándose por Daniela Romo en pleno debate de investidura. Le faltó seguir con el «sólo te pido el momento», y aquello de ver las estrellas al hacer el amor, pero se decidió por el pie más prosaico: «Pido un gobierno previsible». Adiós emociones. Si esperaban alguna sorpresa, más les vale cambiar de canal.

Como reincidiendo en la misma idea, la oposición citaría a Dante. «Abandone toda esperanza», replicó poco después Antonio Hernando, el chico de las gafas que lo mismo defiende el no que el ya veremos que todo lo contrario, con el mismo gesto de ser el más listo de la clase. Al mismo nivel que Albert Rivera, que lo mismo se arrima a la izquierda que a la derecha, pero no por su propio interés, sino porque «los ciudadanos que cobran setecientos euros, los que están en situación de dependencia y no pueden soportar más recortes», no pueden seguir viviendo en un país paralizado.

Hasta Pablo Iglesias estuvo clásico, con su retórica de los años treinta: la nueva España, la industrialización…

Previsible, todo tan previsible como el gobierno con el que sueña Rajoy. Al final, lo más llamativo fue el pelazo indie de Marcelo Expósito, ese gran artista que ha pasado del 15-M a la poltrona y que cada vez que chupa cámara le pillan dándole al wasap, como si lo que sucede a su alrededor le aburriera soberanamente.

Y es que, obviando los dardos de Rufián, la investidura de Rajoy ha tenido menos emoción que un solitario con las cartas marcadas, por más que la intriga de qué haría Pedro el Decapitado haya animado un poco el cotarro con un toque de misterio.

Tras el harakiri del PSOE, se acabó el desgobierno. Porque hasta ahora vivíamos sin gobierno, aunque en provincias mucho, lo que se dice mucho, tampoco lo habíamos notado. Vamos, que de no ser por la matraca en prensa y medios que hemos tenido que soportar durante el último año, no nos habríamos dado ni cuenta.

En aquel país sin gobierno, los trenes seguían llegando puntualmente con retraso; las estaciones se sucedieron con la misma informalidad de siempre, y lo mismo sopló el viento sur en invierno que algún día de verano salió torcido. Los famosos del corazón no dejaron de entretenernos con sus líos amorosos, Gran Hermano sobrevivió al despido de la Milá y el Racing volvió a intentar matarnos a disgustos. Siguió sin haber trabajo ni esperanza, pero tampoco nadie nos recortó nada de lo poco nos quedaba.

O sea, que España se seguía pareciendo a una canción de Julio Iglesias: casposilla e intrascendente. Pero el país no se hundió ni sobrevino el apocalipsis. Si no sonase un poco anarquista, lo suyo sería preguntarse qué ocurrirá ahora que por fin ha llegado la caballería, que viene Rajoy a salvarnos del desgobierno. Más que pedir la luna, igual hay que ir pensando en empadronarse allí.

 

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política

Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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