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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Derecho a decidir

Que el asunto de las votaciones no funciona bien del todo ya nos lo aclaró hace muchos años el genial René Goscinny, en el tebeo ‘Astérix en Córcega’. En él, el pequeño galo se sorprende al descubrir que las urnas para la elección de un nuevo jefe están ya llenas antes de las elecciones; en seguida le aclararán los corsos que su tradición es arrojar al mar las urnas y se nombra jefe a quien resulte vencedor del combate posterior. Una manera muy particular de entender la democracia, sí, pero que parece estar mucho más extendida de lo que pensamos.

Y es que algo deben de tener los comicios que producen tantas aversiones, y a veces auténticas alergias. En especial, las consultas populares en asuntos tocantes a soberanía y cuestiones nacionales. Sin ir más lejos, el espectáculo de los últimos días en nuestro país no podría resultar más esperpéntico.

Que existe un arraigado sentimiento independentista en muchos ciudadanos de Cataluña y el País Vasco es una realidad que no se puede ocultar, ni etiquetando a unos de ‘comunidades históricas’ ni sirviendo ‘café para todos’. Por muy molesto que resulte a la mayoría de los españoles, hay que asumirlo. Sobre todo, porque las voces que reclaman su ‘derecho a decidir’ gritan cada vez más alto, y con nuestras reglas de juego en la mano resulta que, efectivamente, están legitimados para reclamar todo aquello que consideren justo.

Pretender acallar la voluntad de esos ciudadanos, sea cual sea su número, hace un flaco favor a nuestra democracia, esa que con una mano iza la bandera de la libertad de expresión y con otra saca el mazo de la legislación vigente y aporrea sin duelo toda heterodoxia.

Que Cataluña pueda llegar a independizarse de España nos puede gustar más o menos, e incluso podemos tener nuestro pronóstico sobre la viabilidad real de un proyecto semejante, dadas las tupidas interrelaciones existentes entre ambos, en especial las económicas pero también las sociales y culturales. Pero más allá de lo que son opiniones personales o sentimientos más o menos patrióticos, lo que no es de recibo es sacar la Constitución, como quien saca los tanques a la calle, para impedir justo aquello que la pretendida carta magna se supone que garantiza: el juego limpio.

Es un incógnita absoluta qué podría salir de un plebiscito como el que plantean los nacionalistas catalanes. De hecho, ni siquiera es seguro que vayan a ganar –ya deberían estar remojando barbas en whisky escocés–, porque esa mayoría silenciosa que es el pueblo no resulta precisamente previsible. Pero poco importa qué quieran o qué aprueben. Lo importante es que tienen derecho a expresarlo. Y a participar con su voto, su opinión, en la construcción de su propio futuro. Recurrir a tretas legales es una táctica dilatoria que sólo va a servir para aumentar el descontento. Y para cuestionar lo democrático de nuestro sistema.

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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