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Guillermo Balbona

Fuera de campo

el asesino es el aburrimiento

La casa torcida
Crooked House 2017 115 min. Reino Unido.
Dirección: Gilles Paquet-Brenner. Guion: Julian Fellowes (Novela: Agatha Christie).
Música: Hugo de Chaire. Fotografía: Sebastian Winterø.
Reparto: Glenn Close, Terence Stamp, Christina Hendricks,  Gillian Anderson, Max Irons, Stefanie Martini,  Amanda Abbington,  Julian Sands.
Género: Intriga. | Salas: Cinesa y Peñacastillo

Su ropaje es atractivo y cuidado pero no puede ocultar la limitada vulgaridad de su  planteamiento. De nuevo el mayor enemigo de Agatha Christie es Agatha Christie. Todo en esta adaptación de ‘La casa torcida’ –la novela preferida de su autora–está despojado de hondura. Ni decadencia aristocrática ni desgarro psicológico ni catarsis. Todo es apariencia de sombra y suspense e intriga de salón. Reina el juego de mesa y la sensación de ‘cluedo’ y se echa de menos la profundidad de un cine destinado a zarandear a sus criaturas. El asesino, se sabe desde el comienzo, es el aburrimiento. Segunda adaptación de una obra de Agatha Christie en un mismo año, tras la versión de ‘Asesinato en el Orient Express’ a cargo de Kenneth Branagh. Aquí el deterioro moral, la diversidad de personajes, el contraste entre un mundo que se va y otro que se anuncia…nada es aprovechado por Gilles Paquet-Brenner, cineasta de ‘Las cosas bellas’ y ‘La llave de Sarah’, quien se muestra tan académico y pulcro como monótono, reiterativo y falto de intensidad. Previsible y mecánica, la cinta tiene el mismo carisma que su protagonista, un Max Irons atorado y prosaico, ambos presos de ese estado plano, exento de gracia y tan desmayado que no se corresponde con el monstruo que se esconde en cada uno de los potenciales asesinos. El filme trata al espectador como si fuese un apasionado concursante al que se le propone averiguar un sodoku criminal en una hora y tres cuartos donde el misterio, la deducción detectivesca y el ambiente malsano están cortados por el mismo patrón: una sensación de desidia y desgana. El cineasta alarga la trama apartándose de ella con aspectos colaterales y tan solo pone un poco de brío el personaje de Glenn Close, aunque alguien debiera decirle que deje de encarnar a Cruella de Vil. Paquet-Brenner nunca saca partido de la veta de la ironía ni de ese juego teatral, dramático, de personajes deseosos de aniquilarse unos a otros verbalmente. Solo una cena en familia, rodada con escaso pulso, es una excepción en este filme de idas y venidas que vuelve a caer en la trampa de depositar toda su fe en la sorpresa final, en el revés y en lo inesperado, después de un metraje tan convencional como insípido. La elegancia y la perversión que solo casan en los grandes son en este caso meros elementos decorativos. Falta atrevimiento para ser rupturista y el ritmo es tan descafeinado que cualquier relámpago de paisaje o detalle costumbrista se postula como deslumbrante. El aire funcionarial y funcional puede venir bien para un juego de mesa pero en esta adaptación solo sirve para subrayar lo impostado y teatral y pensar erróneamente que su escritora es cosa del pasado.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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