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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Vuelo rasante

Angry birds

 

2016 97 min.Estados Unidos

Director: Clay Kaytis, Fergal Reilly

Guión: Jon Vitti.

Música: Heitor Pereira.

Género: Animación. Comedia.

Salas:  Cinesa y Peñacastillo

 

 

Es ruidosa y desbordante. En sus solapadas tarjetas de presentación la cinta parece acumular por encargo los videojuegos originales y toda la parafernalia de la marca y el emporio construido alrededor de estos pájaros con mala leche. Clay Kaytis y Fergal Reilly, al servicio de la causa, confunden la velocidad con el tocino y el muslo y se pierden en una sucesión de historias cruzadas donde asoma la patita del encargo, y el argumento y la coherencia es lo de menos mientras se siga explotando la gallina de los huevos de oro. De huevos, pájaros que no vuelan y cerdos invasores va este batiburrillo coral, que tan pronto cae en la parodia como en el guiño cinéfilo, en la acidez o, la mayoría de las veces, en un efectismo que trata de esconder muchas carencias. Rutinaria y perezosa, ‘Angry birds’ concentra su mayor atractivo en un prólogo al que no se le extrae el suficiente jugo de humor y seducción. Atados por el valor y la fidelidad a la franquicia, la película aburre por asfixia visual con un diseño bastante casposo y la acumulación de tópicos. A falta de mayor imaginación la historieta presenta al marginado e inadaptado que luego se revela como el héroe de la comunidad. Hay mucho pájaro bobo y el vuelo de ritmo y rima es ensordecedor y muy, muy rasante. Tras los pájaros lanzados con tirachinas y algún gag que apela con acierto a ironizar sobre el destino y la mala suerte, el resto es un pastiche de géneros, tópicos y ensalada de voces e imágenes que solo buscan mantener la marca bien visible. Con la sombra el 3D al fondo y sin el recurso de la interactuación que se le presupone al original como buen videojuego, aquí el espectador se limita a ser zarandeado por una constante sucesión de golpes, armas de todo tipo, caídas y trayectos hacia ninguna parte para transmitir esa sensación de que en el filme caben numerosas cosas y pasan mucha otras. Reiteración, griterío constante y cansina tendencia al tropiezo de protagonistas, de microhistorias y, por ende, de la propia acción, el filme se queda atorado en su vuelo sin claridad. La tecnología desplegada se da por hecho, pero la animación resultante es anodina y sin frescura. Incluso la aceleración mal entendida no permite aprovechar la variedad de aves/personajes que se intuye tras el aburrido catálogo de éxitos del pop y del rock en su banda sonora, suma incesante de chistes verbales muy trillados y una mezcla de comedia de costumbres, sátira y aventura que le viene grande a sus creadores. El metraje excesivo y la repetición de situaciones tampoco ayuda a levantar la apuesta sin aire, con muchas alas rotas y más picos de oro que comicidad. Su alocada agitación hubiera proporcionado atmósfera de libertad y un espacio abierto a la aventura, pero al final todo es un aleteo a ras de tierra, atronador, estridente y estrepitoso, que no deja ver el cielo de la imaginación.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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