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Guillermo Balbona

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Los fantasmas del amor

La cumbre escarlata

EE UU. 2015. 119 m. (18). ‘Thriller’.

Director: Guillermo del Toro.

Intérpretes: Mia Wasikowska, Tom Hiddleston, Jessica Chastain.

Cinesa y Peñacastillo

 

Festín esteticista, delirio visual siempre controlado y enmarcado por un equilibrio entre la claridad de estilo personal y las deudas, lecturas e influencias ajenas, Guillermo del Toro firma su juguete gótico particular. ‘La cumbre escarlata’ es un cuento que oscila entre la Hammer y Poe, entre Lovecraft y Machen, entre Mario Bava y Roger Corman, entre ‘Cumbres borrascosas’ y ‘Rebeca’. El cineasta de ‘El laberinto del fauno’ parte del relato tradicional de fantasmas y acaba tapando las heridas del desamor. «Era una sensación glacial, un abatimiento, una náusea en el corazón, una irremediable tristeza de pensamiento que ningún estímulo de la imaginación podía impulsar a lo sublime», se lee al inicio de ‘La caída de la Casa Usher’. Con empatía por esa atmósfera y espíritu Del Toro se enfrenta al desafío. No teme la desmesura, que la hay en ocasiones, pues el suyo es un desaforado canto, entre la riqueza visual y la frialdad, un elogio de quienes mantienen la fe en la pluralidad de dimensiones, en la comunión entre espacios y criaturas. Su película es fruto de la fascinación, de la declaración de amor por el asombro. Construye para ello un universo mestizo, de cuento clásico con aires victorianos, intachable puesta en escena, exquisita ambientación, puntualizando el canon con sus notas al margen particulares. Del Toro, a veces al filo del gore, controla los tonos y traza un sueño muy real y una historia romántica, cuyo lado pasional crece como una enredadera a medida que lo hacen los personajes y con ellos el espectador. Un trío humano que, en realidad es un cuarteto porque como en los mejores relatos del género, una casa y un paisaje se convierten en otro personaje. Aquí una mansión decadente, enfermiza, hermosa, desmayada, sufriente, entre la casa Usher y el recuerdo de Manderley, o el de todos los castillos con fantasmas y todos los armarios familiares que guardan cadáveres. El cineasta de ‘Cronos’ asciende y desciende por lo gótico, busca resquicios en lo oscuro, se deja apabullar por los símbolos, pisa la nieve y siembra de sangre el paisaje en rojo y blanco de una historia que enmarca los temores, descubrimientos, rutas de iniciación, intrigas y pesadillas. Exacerbado y deslumbrante, Del Toro nunca abandona los cuartos oscuros de su querencia, se regodea en su apuesta sin perder el sentido y la coherencia de su elegante creatividad. ‘La cumbre escarlata’ derrocha imaginación, funde todo el imaginario romántico y restriega por la mirada todo su fascinante catálogo de diseño gótico. Frente a ese terror reiterativo, vulgar, plano y estridente de parapsicología de salón y álbum digital, que domina el cine de hoy, el cineasta de ‘El espinazo del diablo’ reivindica las historias que otorgan carne a los fantasmas. Como en aquella noche de Byron, Mary Shelley y Polidori, Del Toro se ha retado a imaginar una apasionada incursión en las sombras. Lo trascendente no se halla en el argumento en sí porque al director mexicano le interesa, sobre todo, la textura, el gesto, la raíz del dolor, del sueño y del vértigo del horror. Su alumbramiento se detiene en la pasión, su destello poético en el romanticismo. Tú eres mi religión parecen decirse los personajes. Así hasta desvelar que no cabe mayor fantasma que la imposibilidad de amar.
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Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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