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Álvaro Machín

El Paseante

Mi otoño santanderino

Nos cayó como un telón, con la fuerza que los chicos de Gamazo arriaron las velas. Y me dio pena, aunque me encante. Soy muy de otoño, sí. Soy tan cursi como una foto de Instagram de hojas caídas. Porque ahora, en estos meses, Santander y yo nos reconocemos más. Nos sabemos cerca, nos miramos y nos decimos: ‘mira que eres tonto (eso me dice ella)’. La ciudad vuelve a sus juegos de rutina. A cruzarte a diario por la calle con quien no quieres ver y a esconderte para siempre a esa persona que buscas. Bribona. Parece increíble, pero el Paseo de Pereda y el fondo de la barra no saben de estadística.

 

Me gusta el otoño santanderino porque la luz no falsea. Porque volveremos a buscar los bares con el cartel de ‘Hay caldo’ y a apreciar ese sol tan nuestro que es el resolín. Porque recordaré los besos en aquel portal de la calle San José con la chica más buena del mundo. Han pasado muchos años. Hace poco supe que va a ser mamá y sonreí por dentro. Porque en el cine ponen cosas que merecen la pena y puedo volver a salir a correr por el barrio sudando sólo lo que necesito. En otoño, en la tele, reponen ‘Forrest Gump’ (ya la han puesto), ‘Notting Hill’ y ‘Mejor imposible’. Y volveré a cenar alguna noche sopa de sobre.

 

La foto de un paseo estos días. En ese parque que hay cerca de El Corte Inglés.

Es una estación posesiva. Porque cada uno hace suyos algunos rincones. Aquí, en casa, me quedo con el árbol que hace esquina en la Plaza de Pombo. Otro juego urbano. Porque un día te recibe de rojo, pero se cambia de ropa al día siguiente. Yo no sé de árboles, pero tengo mi preferido. En Mataleñas, en el parque. Un plátano centenario que parecen cinco porque está hundido y, a la vista, engaña con sus ramas enormes. El hueco es una cama de hojas, un colchón. Los parques se hicieron para pisarlos en otoño. Hasta ese pequeño y desconocido que hay al lado de El Corte Inglés, con sus bancos cubiertos estos días. Mío, mío… Como los veinte metros que recorro cada mañana para ir a trabajar por detrás de la Plaza de México. Allí, más allá de hojas y marrones, los árboles forman una especie de arco. Una galería. Se quieren a distancia y se tocan sólo en otoño, cuando se desnudan. Como tener una novia en Madrid. Me gusta pensar eso. Mi caja de chorradas. Y también pensar que sólo a mí me parece preciosa una cuesta de hierba que había junto a la casa donde viví siempre. Cerca de la Plaza de Toros. Lo dicho, soy un cursi. Ya lo digo yo. Luego ya vendrán otros a ponerme el resto de etiquetas. Eso también es muy del otoño y de Santander. Ahora que nos quedamos aquí cuatro, el odioso ‘nos conocemos todos’. El otro día uno me escribió para decirme que se me veía el plumero político… Me lo ha dicho gente de un lado y del opuesto. Mira que andamos sobrados de plumeros en esta tierra, pero yo no soy de votar mucho. Piensa lo que quieras, sin rencor.

 

Me gusta el otoño aquí al lado porque saben cómo ponerte el café sin pedirlo y los taxistas me preguntan antes de decirles nada. ‘¿A La Albericia?’. Porque Santander es una ciudad de jerseys y me encanta escuchar el día que sale bueno eso de la ropa ‘de entre tiempo’. Porque volveré a intentar sin éxito comprarme zapatos y llevaré las punteras de las playeras mojadas. Y volveré a comer cocido al Fuente Dé y a apoderarme del rincón del fondo de La Cigaleña para beber buen vino. A escuchar ‘Y los conserjes de noche’, que a mí me parece que es muy de otoño y de intimidad con las ciudades.

 

Y también por la nostalgia, qué le vamos a hacer. Porque enero es el propósito, agosto el desorden y mayo, las prisas. Porque junio es el principio y septiembre el final. Porque octubre parece que no está en ninguna parte. Pero noviembre, mi noviembre santanderino, es la nostalgia. Seré un año mayor, recordaré aniversarios y echaré un poco más de menos. A ti, porque no te veré más aunque sé que estás conmigo y a ti porque, aunque te vea, nunca será lo mismo.

 

 

 

Artículos de opinión sobre la vida cotidiana

Sobre el autor

Santander (19 de noviembre de 1976). Licenciado en Periodismo. Ha compaginado durante años su labor en la prensa con trabajos en radio y televisión. Autor del blog 'El paseante'.


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