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Diego Ruiz

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Los pubs que sobreviven

A fínales de los setenta se pusieron de moda en Cantabria los pubs. Bares con buena música y copas bien preparadas, diseñados para ese cliente-clienta que no quería salir a bailar a la pista o que no soportaba el volumen y el estilo de música de las discotecas más frecuentadas. En Santander se abrieron generalmente con grandes profesionales detrás de las barras y con unas decoraciones muy estudiadas, espectaculares en algunos casos. Pronto comenzaron a atraer a numeroso público, con un perfil siempre muy determinado: hombres y mujeres de mediana edad, con cierto nivel adquisitivo y de carácter más bien pausado. Gentes a las que les gusta la charla en torno a un trago largo con bien de hielo.
En estos lugares comenzaron a conocerse los buenos combinados: gin-tónics y cubalibres bien servidos, alejados de aquel traicionero ‘garrafonazo’ campeador de algunas salas de fiesta. También a acompañar la copa con un platuco de cacahuetes, aceitunas, conguitos o gominolas de todos los sabores posibles.
Muchos de estos pubs se establecieron en el centro de la ciudad, en torno a la dos discotecas de moda: El Caracol y El Pistón. Otros en el Río de la Pila, atraídos por la fama y el buen negocio del Drink. Algunos se abrieron en Cuatro Caminos, donde otras discotecas, como el Jesma, atraían a mucho público. Y hubo quiénes apostaron por la zona del Paseo de Pereda, Castelar y El Sardinero, pensando en un cliente de mayor nivel. Y hasta crearon zona.
Los últimos en llegar fueron los de Cañadío, ampliando la oferta del Río de la Pila y de un ya prometedor Paco Quirós. Y la ola llegó a toda la región: Solares, Sarón, Liérganes… En Laredo y Torrelavega ya había algunos ilustres adelantados a su tiempo.
Algunos de ellos ya echaron el cerrojo hace tiempo, otros se reconvirtieron y otros sobreviven con mayor o menor fortuna. Con miedo a dejar alguno fuera de la lista me quedo con nombres como La Cachava, en la calle del Martillo, uno de los más veteranos de la ciudad, cargado de historia que ha cerrado hace unos días; La Bola de Oro, en Guevara –no perderse ese retrete cubierto de espejos–; El Ventilador, en Cañadío –con él llegó otro estilo de establecimiento–, o el Stop, en Castelar, siempre a visitar.

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Sobre el autor

Santander 1960. Universidad de Cantabria. Sección de Deportes, Cantabria en la Mesa y, a veces, algo de toros. En la redacción de EL DIARIO MONTAÑÉS desde 1984 pasando por casi todas las secciones.


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