Me gusta la gente de la Plaza de la Esperanza. Sus tenderos, bien sea en el pescado como en la fruta y la verdura, los embutidos, las carnes y los quesos, saben de lo que hablan. Saben vender y explicar al cliente qué se va a llevar a casa. Lo vengo comprobando desde hace años. Últimamente coincido mucho con Jesús Díaz, el presidente de los comerciantes del mercado, cuando sale de su puesto, después de descabezar, limpiar y filetear desde una merluza a un puñado de chicharros. Hace unos días me hablaba del anixakis y de lo mal que va la costera del bocarte. Del primero me dice que ha habido una alarma social importante, pero que para hacer boquerones en vinagre es aconsejable congelar el pescado al menos un par de días antes de su consumo. En Madrid he visto carteles que dicen “los boqueros que usted va a consumir en este bar han sido congelados previamente más de 48 horas”. Este parásito se ve bien en los pescados grandes, como la merluza, pero cuesta más hacerlo con los pequeños, y siempre es mejor prevenir que lamentar. El pescado frito no tiene problema, lo sabemos todos.
En cuanto a la costera del bocarte ésta no ha terminado de cuajar. Se ha pescado mucho, pero pequeño de tamaño, por lo que en las cajas se mezclaban piezas de varios gramos. En las conserveras no se han llenado las cámaras, por lo que tampoco sus propietarios estarán muy contentos. Me dice, incluso, que algunos barcos han desistido de salir a la mar porque la costera empieza a no ser rentable. Todo esto a las puertas de la otra gran costera del año, la del bonito.
Sobre el bocarte ha habido esta semana unas jornadas destinadas a los clientes de la Plaza y los escolares cántabros muy interesantes, porque además de vender, estos comerciantes enseñan. Da gusto.