No hay peores días que los últimos de una campaña electoral para que a un partido le salpique un escándalo como le ha ocurrido al Partido Popular en el Ayuntamiento de Santander, en su principal y casi único centro de poder en Cantabria, y por el flanco que más dolores de cabeza le ha causado en toda España, la corrupción. El protagonista no es uno de esos ‘dinosaurios’ resabiados a los que suele achacarse la podredumbre de la vida pública, sino una mujer joven y debutante en política. Peor todavía.
Como en el desfalco descubierto en Mercasantander en 2007, ocurrido antes de ser alcalde, Íñigo de la Serna ha optado por tomar la iniciativa y revelar la corruptela en la empresa municipal Santurbán antes de que trascendiese a la opinión pública a través de la oposición o de los medios informativos, como tantas veces ha sucedido en España en los últimos años. Del mal, el menos. El abatido equipo de gobierno del PP pondera la eficacia de su control interno de la gestión, la celeridad de la respuesta en un fin de semana vertiginoso y la transparencia ejercida.
No hubo debate sobre la fatal coincidencia del episodio con la campaña electoral, sobre la opción de ‘dormir’ el asunto hasta después de la cita con las urnas, sino hechos consumados: De la Serna informó el lunes por la mañana al presidente del PP, Ignacio Diego, de los detalles del caso confirmado pocas horas antes y de las medidas tomadas, incluida la baja en el partido ya firmada por la concejala Noelia Espinosa.
En todo caso, es un serio percance para el PP, al que los adversarios tratarán de sacar partido. Un jarro de agua fría que defrauda el clima de moderado optimismo de estos días. A los tinglados de campaña, dicen en el PP, se está acercando en busca, no de información sino directamente de papeletas, bastante gente que en diciembre optó por castigarles y que ahora han decidido volver al redil popular. Como si la ‘lluvia fina’ de la apelación al voto útil fuera calando en la semana decisiva de las elecciones.